«¡Quiero ser santo!», proclamaba Santo Dominguito Savio, esta frase, le recordaba su motivación seguir adelante y le daba fuerzas para entregar a Dios un sacrificio.

Se caracterizó por tener una madurez espiritual excepcional, Domingo alcanzó la santidad a una temprana edad, convirtiéndose en el único santo canonizado sin haber padecido el martirio, a los catorce años de edad.

Al conocer a Don Bosco, solicitó ingresar al Oratorio de San Francisco de Sales en Turín. Allí fundó la «Compañía de la Inmaculada», un grupo devoto que compartía su fervor por la fe y el servicio a los demás.

Su vida estuvo marcada por sacrificios, realizaba penitencias y vivía con mucho compromiso su fe.