«José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,20-21). 

San José, cabeza de la Sagrada Familia. De oficio carpintero, acompañó a la Virgen María y cuidó durante todo el proceso de embarazo, nacimiento y crecimiento del niño que más adelante se convertiría en el Salvador del Mundo. 

Un ángel aparece en sus sueños y le encomienda la misión más importante de su vida: ser el Padre del Mesías en la tierra.

La entrega de José a su familia fue completa. Viajó a Belén junto a María, embarazada, cumpliendo con el decreto de censo en su lugar de origen. Al llegar, se vieron obligados a refugiarse en un pesebre, ya que no encontraron alojamiento. 

Un padre ejemplar educó a su hijo con amor, enseñándole las técnicas de su oficio, le hizo conocer la ley judía y le inculcó el cumplimiento de los mandamientos de Moisés. Fue un gran santo, modelo de esposo y buen padre.

¿Por qué se le conoce como el «Santo del Silencio»? 

Porque en la Sagrada Escritura no aparece ninguna palabra pronunciada por él, pero sí sus obras. En palabras del Papa Francisco: «Todos pueden encontrar en San José, el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta, un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad», puntualizó el Papa.

La festividad de San José se conmemora el 19 de marzo, mientras que la celebración de San José Obrero, que coincide con el Día Internacional del Trabajo, tiene lugar el 1 de mayo.