Lunes 14 de Agosto. En el Noveno día del Novenario en honor a Nuestra Señora de la Asunción, durante la Misa presidida por el Mons. Joaquín Hermes Robledo, Obispo de la Diócesis de San Lorenzo, compartimos la Homilía del día.

“La mujer en la vida y misión de la Iglesia”

Hermanos en Cristo, con mucha alegría celebramos la Misa de la Vigilia de la Asunción de la Virgen María en el contexto del segundo año del laicado y del sínodo. El tema que se nos propone: “La mujer en la vida y misión de la Iglesia”. La Palabra de Dios que hemos escuchado, ilumina nuestra vida y la vida de la Iglesia.

En el primer libro de Crónicas se nos describe el traslado del Arca del Señor a Jerusalén. El Arca, era un cofre de madera, de acacia, recubierto de oro puro, era señal sensible de la Presencia de Dios, tenía ese profundo significado, es el lugar donde se guardaban las tablas de la ley, de ahí el nombre de Arca de la Alianza o del Testimonio. En las Letanías en honor a la Virgen se la invoca a ella como Arca de la Alianza, justamente porque en María, por el misterio de la Encarnación se hace presente el Hijo de Dios, ahí en medio en su seno y en medio del pueblo de Dios; significa esa presencia del Hijo de Dios en medio de ella, que es obra del Espíritu Santo. En la primera carta del Apóstol Pablo a los Corintios, el apóstol afirma la muerte ha sido vencida. Demos Gracias a Dios que nos ha dado la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo; esa proclamación gozosa, esa victoria de la vida sobre la muerte; de esta victoria participa María, glorificada en su asunción a los cielos; en el Evangelio que hemos escuchado, una mujer hizo una alabanza a la madre de Jesús: ´feliz el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron´ pero Jesús respondió: ´felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican. Esta es la verdadera grandeza a los ojos de Dios, la escucha y la práctica de la Palabra de Dios. Por eso María es grande, porque ella escuchó la Palabra de Dios y la llevó a la práctica. Jesús nos dice que la verdadera grandeza se realiza cuando una persona escucha la Palabra de Dios y vive en la amistad con Él, es decir en la vida de la Gracia, esa nueva vida, esa nueva existencia que vivimos en Cristo Jesús. Estas palabras sitúan la dignidad de la mujer sobre todas las limitaciones y esclavitudes que se dan, sobre todas las ideologías que se dan hoy, la presencia del Hijo de Dios en María que se expresa en el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías, el Salvador del mundo, Dios hecho ser humano; en esta fe de María se inicia la vida nueva; María es la mujer creyente, modelo de mujer que camina, que ama y que sirve con alegría, así es nuestra madre. Cada uno de nosotros hemos tenido la presencia de la mujer desde el inicio de nuestra vida, en el primer momento teníamos esa relación intima con una mujer, una mujer nos acogió desde el principio, una mujer nos amó, nuestra madre la mujer proclama el amor, vive el amor, basta simplemente contemplar a una madre en silencio con su niño en sus brazos para valorar todo el significado del amor materno, es la experiencia viva, la experiencia que no podemos describir. Ahí en silencio con el niño en sus brazos, ahí se manifiesta ese profundo amor de la madre hacía el hijo, toda mujer tiene esa gran misión, de dar amor, de comunicar amor, de comunicar la fe, de comunicar la vida, de proteger la vida, de educar la vida. María es para nosotros un modelo de mujer que ama, que educa la vida, que está continuamente presente. Nunca María como madre abandona a sus hijos. En este tiempo sinodal estamos invitados a caminar con María, a valor la misión de la mujer en la vida de la Iglesia. El Papa Francisco en la Carta Apostólica Evangelium Gaudium, La Alegría del Evangelio, nos dice ´la Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad con la sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones´. Así nos escribe de una manera tan sencilla y tan bella el Papa Francisco. Aquí el Papa nos está diciendo, que las actividades, los gestos, el testimonio de la mujer son propias, son exclusivas y características de la mujer, sus actuaciones influyen y permanecen en la sociedad y en la vida de la Iglesia, con su intuición propia y con su decisión construyen el bien de la comunidad. En la vida de la iglesia resaltan grandes mujeres que con su sabiduría, prudencia y decisión alentaron e influyeron en la realización de grandes obras en favor de la Iglesia. Realmente con ese espíritu de grandeza, cuántas mujeres edificaron la Iglesia, la Iglesia de Cristo, nuestra Iglesia, el pueblo de Dios que camina, acompañado constantemente por la presencia de la María. Tenemos brillantes ejemplos en nuestro propio país, por el papel que ha tenido la mujer paraguaya en los momentos más difíciles y trágicos de nuestra historia como conocemos. La grandeza de la mujer está en su capacidad de amar y de servir, capacidad de dar vida, seguir en la lógica del amor, un amor que da gratuitamente, dar y recibir, crea ese ambiente de familia y esa corriente de comunicación de amor, lleva a la unidad del hogar, qué tanta falta hace hoy en día, crea lugar y el ámbito del encuentro con el Dios Amor, el Amor que nos salva; es allí donde encontramos al Cristo Vivo que santifica y redime a la familia. La mujer tiene una misión insustituible, es el sol y el corazón del hogar, todos debemos orar y trabajar para erradicar lo que destruye la paz en la familia, lo que destruye la vida, lo que destruye a la mujer, arrancar de raíz las causas de la violencia, que tanto daño y perjuicio hacen a la familia. Si queremos salvar a las familias no hay otro camino que salvar el amor, salvar a la mujer, salvar la vida. El Papa San Juan Pablo II, incansablemente y con tanta energía anunciaba  la buena noticia del Amor de Dios; en la Carta Apostólica acerca de la dignidad de la mujer afirma: ´profetizar significa expresar con la palabra y la vida las maravillas de Dios, toda vocación tiene un sentido profundamente personal y profético entendida así la vocación lo que es personalmente femenino adquiere una medida nueva la medida de las maravillas de Dios, de la que la mujer es sujeto vivo y activo, insustituible´ así había escrito el Papa Juan Pablo II en la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem, al hablarnos justamente de la dignidad de la mujer, es anunciar el amor y la mujer es el primer lugar donde se anuncia y se proclama al amor, el amor a su hijo, a su hija, el amor que se hace servicio y oración, ahí está una madre en silencio amando y orando. En esta Misa de la Vigilia saludamos a María y la felicitamos por su transfiguración gloriosa; que Nuestra Señora de la Asunción proteja todas nuestras familias y particularmente a todas las mujeres, para que sigan comunicando y anunciando el Amor de Dios a sus hijos y a toda la sociedad. Que así sea.”