Beato Gregorio X, Papa (1210 – 1276)
Teobaldo Visconti nace en Piacenza, en 1210, de la noble familia que había dado varios gobernantes a la Italia septentrional, además de abades y de abadesas. Mientras fuer archidiácono de Liegi, tuvo el encargo de predicar la última cruzada y de asistir a los caballeros cristianos, acompañándolos hasta Tierra Santa. Allí, en 1271, un mensajero de Roma, le trae la noticia que ha sido elegido Papa.
No era aún sacerdote y tuvo que, como suele decirse, quemar las etapas en pocos días, tanto hacía la ordenación episcopal como hacía el solio romano-
Antes de dejar Tierra Santa, el recién elegido hace voto de no olvidar los lugares en los que había vivido Cristo. Además, se dirige al Santo Sepulcro y allí recita el salmo 137: “Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha”.
Escoge el nombre de Gregorio, que en griego significa ¡ágil”, “solícito”, con el auspicio de ser un hombre decidido y fuerte, así como lo fueron los pontífices con ese nombre.
El Papa Gregorio gasta su vida para ver la realizado un sueño: reunir una vez más a los príncipes cristianos con el fin de liberar el Santo Sepulcro.
Amigo fraterno de san Luis IX, rey de Francia, lo apoya totalmente, cuando este decide declarar una cruzada. La expedición fracasa. A su vez, pierde la vida el mismo san Luis.
Su pontificado se caracteriza también por la confrontación con Federico II, con el que nunca pudo ponerse de acuerdo. Entre los dos se abre una brecha insalvable, lanzándose la excomunión contra el emperador por parte del Papa.
El sueño de las cruzadas, como único medio para alcanzar el objetivo, es actualmente puesto en discusión y criticado. Sin embargo, más allá de los juicios históricos sobre las cruzadas, se respeta la buena fe de quien, como este Papa, consideraba que era el único camino posible.
Gregorio muere en Arezzo en 1276. Desde 1702, la Iglesia lo venera como beato.
Hoy también se recuerda a los santos Julián y Basilisa.
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