Como cada año, el tradicional discurso del Papa al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede – a los embajadores que en la actualidad proceden de 184 países – representa una llamada de atención ante las coyunturas del mundo con sus desafíos y los caminos posibles a recorrer en favor de la humanidad. En esta ocasión, Francisco dedicó su reflexión a la paz, cada vez más amenazada, recordando que es tarea de la Santa Sede, en el seno de la comunidad internacional, ser una voz profética y una llamada a la conciencia.

Entre otros temas, se refirió a la inteligencia artificial, la migración, la maternidad subrogada y otros “nuevos derechos no del todo compatibles respecto a los definidos originalmente y no siempre aceptables”, la protección del patrimonio genético humano, el cambio climático, la educación, la libertad religiosa y las desigualdades, sin olvidar el próximo Jubileo.

En cuanto a las “guerras modernas” el Papa dijo que “ya no se desarrollan sólo en los campos de batalla delimitados, ni afectan solamente a los soldados”, sino que “en un contexto en el que ya no parece observarse una distinción entre los objetivos militares y civiles, no hay conflicto que no termine de algún modo por golpear indiscriminadamente a la población civil. Los sucesos de Ucrania y Gaza son una prueba evidente de esto”.

El Santo Padre destacó que en este comienzo de año resuena con toda su actualidad la exhortación del Concilio Vaticano II, en la Gaudium et spes: Y afirmó refiriéndose a la crueldad de las guerras: “Puede que no caigamos en la cuenta de que las víctimas civiles no son ‘daños colaterales’; son hombres y mujeres con nombres y apellidos que pierden la vida. Son niños que quedan huérfanos y privados de un futuro. Son personas que sufren el hambre, la sed y el frío o que quedan mutiladas a causa de la potencia de las armas modernas”.

Francisco se refirió también a los desastres naturales que también son atribuibles a la acción o la negligencia humanas y que contribuyen gravemente a la actual crisis climática, como la deforestación de la Amazonía, que es el “pulmón verde” de la tierra.

Fuente: Vatican News