Novenario de la Virgen de los Milagros de Caacupé 2023

Segundo día

Preside: Mons. Francisco Javier Pistilli Scorzara, Obispo de Encarnación

Caacupé, 29 de noviembre de 2023

 Tema: La Eucaristía, la oración más importante de la Iglesia

Homilía

Queridos hermanos:

La Eucaristía es el misterio mismo que celebramos como cristianos. Para comprenderla, es necesario distinguirla de otras manifestaciones de la fe cristiana, haciendo notar que la Eucaristía es la fuente, el contenido esencial del que nace la Iglesia y todo el culto religioso católico.

En la celebración eucarística, la Iglesia conmemora a Cristo Redentor en la única ofrenda sagrada, que es la ofrenda del mismo Cristo al Padre. En esta ofrenda, es Cristo mismo el sacerdote, el altar y la víctima, y la Iglesia unida a Él por el don del Espíritu, se ofrece con su Señor al Padre Dios, al mismo tiempo que se nutre de su gracia, que la repara y santifica.

Celebrar la Eucaristía significa reunirse como bautizados, que formamos el Cuerpo de Cristo, para que en esa acción sagrada se actualice la gracia redentora, uniéndonos en Cristo para ser elevados con Él al Padre Dios, en la fuerza del Espíritu Santo, y así seamos uno (cf. Juan 17).

La celebración mantiene por tanto una forma, que más allá de algunos matices y del estilo celebrativo, necesita ser fiel al contenido propio. La congregación de los fieles y su disposición interior de conversión y de alabanza marcan los ritos iniciales. La atenta escucha y la respuesta orante, comprensiva y dinamizadora que conduce a la confesión de fe, caracterizan a la liturgia de la Palabra. La adhesión de la asamblea toda en el ejercicio de su sacerdocio común bajo la presidencia del sacerdocio ministerial, participa activamente en el acto sagrado de Cristo, uniendo al cuerpo eclesial en su ofrenda, en su consagración y en la comunión, que significa la gracia y la misión, como hijos en el Hijo eterno. Por la acción del Espíritu Santo, todo lo que se celebra significa realmente lo que contiene, y somos finalmente enviados en la paz al mundo, para llevar en nosotros la ofrenda, el altar y el sacerdocio vivo en lo cotidiano.

La vida plena del bautismo reclama la participación en la celebración eucarística, en el compromiso dominical, el día del Señor. Allí recordamos y revivimos, como en cada Santa Misa, los misterios de la Pasión, la Muerte y la Resurrección, del Verbo Eterno que se hizo hombre por nosotros y como víctima inocente nos rescató uniéndonos en su Victoria sobre el pecado y sobre la muerte misma.

Cristiano: ¿Qué haces un domingo, que impida tu participación en misa?

Las excusas y la falta de compromiso no se sostienen, acusando las posibles carencias de la asamblea y de sus sacerdotes. Recordemos que los católicos no vamos a misa por la belleza estética en primer lugar, ni por la elocuencia, ni por algún componente sensible del encuentro. La liturgia eucarística no nació de un discurso brillante, ni de un gesto emocional, tampoco de una sensibilidad artística. La belleza, la grandeza y la riqueza de la Eucaristía, es respuesta a lo que contiene, por lo que todos estamos convidados a vivir la Eucaristía y hacer de ella la oración propiamente dicha de nuestras vidas, aportando por ello a su dignidad y sentido, para que siga haciendo presente el don de Dios a los hombres.

La pobreza exterior de la celebración, refleja la tibieza de los fieles. El desgano de la participación, habla de las distracciones y las confusiones que opacan el verdadero sentido. La ausencia indica la necesidad de permanente conversión personal, pastoral y evangélica.

Cada domingo se celebra la Eucaristía en todas las parroquias. Al menos el 10% de los bautizados tienen oportunidad de asistir. Faltan sacerdotes. Pero, además, falta avivar la fe de los que están lejos.

La fiesta de la fe en su máxima expresión es la Santa Misa, que nos hace orar con Cristo, por Cristo y en Cristo. Los frutos de esta unión son verdaderos y esenciales: que seamos verdaderamente hijos en el Hijo, hermanos, apóstoles del Evangelio y Misioneros de su paz.

Algunos consejos:

  1. Asegura las prioridades de tu vida cristiana y de la fe: Asiste a misa.
  2. Acércate con humildad al misterio, para unir tu vida con Cristo.
  3. No desprecies a tu comunidad, que es el Cristo pobre que te espera.
  4. No juzgues las limitaciones de los ministros con excesiva dureza, alienta y ayuda a su misión.
  5. Busca la comunión, en el perdón, en la escucha del que quiere aprender, en la participación, en la adhesión de tu corazón, en el compromiso de tu santidad, en la gracia sacramental.
  6. Si no puedes comulgar sacramentalmente, recuerda que no somos nosotros si no que es Cristo el que nos abraza en su misericordia.
  7. Vuelve a tu casa, a tu estudio, a tu trabajo, a tu vida, con Dios y lleva a Dios contigo. El milagro de la fe se hará efectivo en la caridad y en la esperanza.
  8. Sorpréndete de haber participado en el misterio, de haber escuchado a Dios, de haber recibido su Vida en su palabra y en su Cuerpo.
  9. Anhela volver al encuentro de Cristo cada día.
  10. Haz de tu vida un altar, una ofrenda y sé en Cristo el sacerdote que cada día lleva luz y esperanza, amor y alegría, perdón y misericordia, paz, unión, justicia, dignidad y caridad.

La Eucaristía es Cristo, Cristo es Eucaristía.

+ Francisco Javier Pistilli Scorzara, P. Sch.

Obispo

Diócesis de la Santísima Encarnación

Fuente: Dpto. de Comunicaciones Basílica Santuario Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé.