Un valle hermoso del Guairá está en primera plana por la contaminación debida a las minas de oro. Hace casi un mes recibimos los resultados de un análisis químico de esta contaminación, en el aire, en el agua, en la tierra, en la vegetación, también en algunas muestras de sangre. Esta investigación fue iniciada hace más de dos años con muestras sacadas en varios puntos del distrito, recogidas y analizadas en un proyecto conjunto de las universidades Nacional y Católica. Un trabajo serio, presentado con seriedad, en el aula magna de economía de la Universidad Católica del Guairá. Los resultados son patentes. Hay rasgos de contaminación de mercurio y de cianuro, en el ecosistema del distrito.
Encima de esto, hay una “lucha por el sustento”: la gran mayoría vive de agricultura – y Paso Yobái es el distrito más productivo del departamento – mientras un grupo fuerte y organizado gana muy bien con las minerías. Estas minas son “descentralizadas”, empezaron en forma familiar y se multiplicaron, a cielo abierto, cerca de los arroyos. Reciben la tierra donde hay rasgos de oro, la “tratan” y por un proceso químico (llamado lixiviación) extraen el precioso metal usando mercurio o cianuro. La tierra así “lavada” es descartada y amontonada en sitios donde se va acumulando. ¿Hace falta decir que esta tierra está contaminada por productos que no desaparecen por ser echados? No hay plan para “limpiar” estos residuos, ni siquiera para amenizar los impactos usando otros métodos. No hay conversación siquiera sobre métodos alternativos de extracción. Más bien se argumenta que el cianuro sería “menos nocivo” que el mercurio…
En Paso Yobái así creció una tensión entre la agricultura y la minería. El conflicto se visualiza en los símbolos de la yerba mate y el oro, en la oposición entre la producción orgánica y el extractivismo, entre los procesos biológicos “naturales” y las reacciones químicas.
La entrega de datos científicos celebrada el pasado 25 de abril es un esfuerzo para salir de estos montajes narrativos que sirven mucho para polarizar y reducir la complejidad del problema ambiental y social. El análisis de las muestras del ambiente es un intento para hacer hablar la tierra, para que participe en la conversación. Que no queden solamente dos posturas antagónicas, sino que irrumpa el “tercero” de la ciencia, de las mediciones, de una cierta objetividad, para dar bases al intercambio en algo que podemos llamar la “verdad”.
Lastimosamente, como en muchos otros casos, se invocan “verdades alternativas” y juegos de poder. Los mineros critican esta investigación, afirmando que “no fueron invitados a participar”. Consta que fueron invitados a la entrega de los resultados. Pero ¿qué significaría “participar” en el trabajo científico que los precede? Juntar muestras y pasarlas en los procesos de análisis, ¿acaso es un proceso participativo donde las opiniones son importantes?
Lastimosamente también, todos estos datos llegan tarde. La contaminación ya está bastante avanzada y la tendencia de la producción minera, con unos controles más que faltos de rigor, no está por cesar. Esto se parece a nuestro consumo de petróleo. A nuestro uso de los suelos. A nuestra explotación de los bosques. Todavía la voz de la Tierra no cuenta como un aporte objetivo, un hito irreductible que tiene que entrar en nuestras decisiones económicas, políticas, morales.
La “profecía social” de la sinodalidad, de la que hablé hace 15 días, tiene un importante hito aquí: nos toca dar la voz, una voz eficaz y objetiva (lo más posible) a la Tierra. También está el sustento, también está la economía, también está la sociedad… Pero la voz de la Casa Común nos hace pensar a más largo plazo, en las generaciones venideras y la renovación de los ecosistemas. En lenguaje sencillo: no gastar o malgastar todo hoy para dejar ruinas a nuestros hijos e hijas.
Aquí está el punto neurálgico. Tomar una cierta distancia con nuestras respuestas económicas y nuestra idea de “progreso”. Pensar en otros. No estamos solamente nosotros y nuestras necesidades. Esta inclusión requiere sacrificios. ¿Estamos dispuestos en hacerlos?
Monseñor Pierre Jubinville
Obispo de San Pedro Apóstol y Presidente de la CEP.