El Papa Julio II contrató al prodigio del arte de la época Miguel Ángel (Michelangelo di Lodovico) para que diseñara su tumba. Sin embargo, terminó decantándose por otro artista rival y “para que el genio no se enfureciera”, le ofrecieron pintar la cúpula de la Capilla Sixtina, relató el crítico de arte y curador paraguayo Ticio Escobar, exministro de Cultura.

Era el año 1508 y los frescos pintados por Miguel Ángel atravesaron muchos problemas, comenzando por el hecho de que su especialidad era la escultura y no la pintura. El proceso de realización duró hasta 1512.

La visión de Miguel Ángel era reflejar la magnificencia del cuerpo humano, “pero muchos puritanos de la época se enojaron porque muchos de los cuerpos fueron pintados desnudos”. La relación con el Papa también era complicada, ya que no se llevaban bien, agregó.

Para pintar sus frescos, el artista se inspiró en el libro del Génesis, mezclando lo religioso con lo político y lo artístico.