Santa Casilda de Toledo, nació en los albores del siglo XI en la Hispania ocupada por los árabes, Casilda fue hija de Al-Mamún, un emir conocido por su crueldad hacia los cristianos.

 

Sin embargo, su corazón estaba impregnado de compasión, dedicándose a aliviar el sufrimiento de los prisioneros cristianos, un acto que eventualmente la llevaría al camino del cristianismo.

 

Su conversión no fue un acto repentino, sino el resultado de un proceso marcado por la convivencia con los cautivos, que la introdujeron en la fe cristiana.

 

Ante la mirada incrédula de su padre, transformó alimentos en rosas, un gesto que dejó perplejo al emir y selló su destino como seguidora de Cristo.

 

Realizó numerosos milagrosos, entre ellos, la curación de su enfermedad mediante un baño en los lagos cercanos al monasterio de San Vicente.

 

Este acontecimiento la llevó a consagrar su vida a Dios, viviendo como eremita y dedicándose a la oración y la penitencia.