1. San Francisco de Paula, eremita y fundador de la Orden de los Mínimos. Nacido en Paula, Italia, en 1416, en el seno de una familia humilde, su vida estuvo marcada por la devoción y la sencillez desde temprana edad.

Durante su niñez, sufrió una grave enfermedad en los ojos. Sus padres, desesperados, recurrieron a San Francisco de Asís y le prometieron que si su hijo se curaba, lo llevarían al servicio de Dios en un convento franciscano. Francisco efectivamente se curó.

Sin embargo, sus padres olvidaron la promesa hecha a Dios, pero esto no impidió la cercanía de Francisco al señor.

A los 13 años, ingresó al convento franciscano, donde creció en humildad y amor por la oración. Su destino se selló cuando, a los 14 años, peregrinó a Asís y decidió consagrar su vida a Dios.

Retirado en una cueva junto al mar, buscaba la compañía de Jesús y vivir como modelo, San Francisco de Asís.

Su vida de retiro atrajo a otros, y así nació la Orden de los Mínimos, aprobada por el Papa Alejandro VI en 1506.

San Francisco deseaba que sus seguidores vivieran en austera humildad, preparándose perpetuamente para la Pascua eterna.