La solidaridad con los excluidos y las víctimas de tráfico y trata de personas llenó, ayer, la Plaza de la Constitución de Buenos Aires, en una misa presidida por el arzobispo bonaerense, quien pidió no olvidarse de los que sufren por la violencia, las drogas y la precariedad.

“Alguna vez el Cardenal Bergoglio dijo que a Buenos Aires le hacía falta llorar; pidió a Dios que purifique con el llanto a esta ciudad, y que no se haga tanto la distraída”. Así lo recordó el arzobispo de Buenos Aires, Mons. Jorge García Cuerva, al presidir ayer, en la Plaza de la Constitución, la 16° Misa en Solidaridad con todos los excluidos y las víctimas de tráfico y trata de personas.

Hoy me animo a pedir a Dios nuevamente que Buenos Aires aprenda a llorar: a llorar tanta desigualdad; a llorar tanta exclusión; a llorar a tantos hermanos que deambulan por nuestras calles; a llorar a tantos hermanos esclavos del negocio de la droga; a llorar a tantos hermanos víctimas de la precariedad del conocido como ‘trabajo esclavo’; a llorar a quienes son víctimas de la trata, “ese crimen que hace de las personas mercancía”; a llorar a quienes ofrecen su cuerpo obligados por necesidad a sobrevivir”, imploró Mons. García durante la homilía.

Retomando la frase del Papa Francisco, cuando en 2005 era arzobispo de la capital argentina, el prelado aclaró que “al llorar, fabricamos lágrimas, y con las lágrimas limpiamos la mirada y vemos más claro; vemos los rostros concretos, con nombre y apellido, de seres humanos mercantilizados, desfigurados en su dignidad y avasallados en su libertad”.

El arzobispo bonaerense se refirió las palabras del Santo Padre cuando asegura que el verdadero mal social no radica tanto en el crecimiento de los problemas, sino en el declive de la atención. En este contexto, recordó que, así como el sacerdote y el levita, en la parábola del Buen Samaritano, no prestaron atención al hombre herido y despojado, de ese mismo modo, no se puede abandonar a quienes, como tantos en la ciudad, son víctimas de la inseguridad.

Al hombre lo dejaron al borde del camino ‘medio muerto’ – repitió monseñor García, pues lo vieron medio muerto y no como el samaritano que “vio la parte viva” del hombre asaltado, se conmovió y lo ayudó.

Hoy, víctimas de las distintas formas modernas de esclavitud y trata de personas, hay hermanos, hay ciudadanos todavía “medio vivos”, que piden que los miremos con los ojos llenos de lágrimas porque hacemos nuestro su dolor; que nos acerquemos, que vendemos sus heridas con ternura, con escucha”, pidió el arzobispo.

Pero además, el arzobispo de Buenos Aires invitó a los fieles a un compromiso profético, a gritar “sin miedo” que seguirán luchando por una sociedad “sin esclavos ni excluidos”, a estar cerca de la víctimas de manera constante y eficaz, a curar sus llagas abiertas y dolientes, a pesar del silencio cómplice y de los que miran para otro lado.

Lo volvemos a denunciar y con fuerza haciendo nuestras las palabras de Francisco: “¡La trata de personas es un crimen contra la humanidad; ¡es un crimen mafioso y aberrante!”

 

Fuente: Vatican News