Tema: Orar y defender la vida y la familia

Preside: Pbro. Dr. César Nery Villagra Cantero – Delegado del Obispado de las FF.AA. y la Policía Nacional,  Párroco de la Parroquia San Jorge del Comando del Ejército Paraguayo.

Homilía:

Queridos hermanos y hermanas:

Hemos venido hasta la casa de nuestra Madre María Santísima, Nuestra Señora de Caacupé, para saludarla y pedirle que, como madre y esposa, nos acompañe en la misión de defender la vida y la familia en nuestras comunidades y en la sociedad. Los textos bíblicos que se han proclamado nos permiten adentrarnos en esta realidad tan fundamental como relevante:

Dt 30,15-20 En el texto del libro del Deuteronomio, se nos presenta al liberador de Israel y gran legislador hebreo Moisés, el cual, antes de que el pueblo elegido entre a la tierra prometida, dio a toda la nación una orientación básica que supone la elección entre la vida y la muerte, la dicha y la desdicha. Vivir según la palabra de Yahwéh, según sus mandamientos, preceptos y ordenanzas implicará optar por una vida llena de prosperidad y de bendiciones que se concretará en la descendencia numerosa y en la bienandanza.

La vida del hombre y de la mujer se transmite a los hijos y a los hijos de sus hijos. Los hijos y las hijas, fruto del amor de sus padres, serán improntas de la bendición de Dios. Claudicar o renunciar a la palabra de Yahwéh, como criterio de vida, desencadenará maldiciones y desventuras que se verificarán en la desdicha, en la esterilidad y en la renuncia a traer hijos al mundo para vivir una experiencia egoísta y cerrada en sí misma. Implicará el destierro, la privación de una descendencia que perpetúe en la historia y en la tierra prometida a padres y ancestros. En definitiva, Moisés plantea al pueblo optar por bendiciones o maldiciones.

El gran peligro para Israel ha sido siempre la idolatría porque así dijo Moisés: “Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar y vas a postrarte ante otros dioses para servirlos, yo les anuncio hoy, que, ustedes perderán irremediablemente, y no vivirán mucho tiempo en la tierra que vas a poseer después de cruzar el Jordán” (Dt 30,17-18). El profeta les anunciaba ya el destierro en el caso de que el pueblo desoyera la Palabra de Yahwéh-Dios.

El pecado de la idolatría consiste en conferir a las obras humanas el rango de Dios; en el fondo, es el mismo hombre, el ser humano, el que se autodiviniza a través de sus proyectos, metas y objetivos, negándole a Dios el sitial y la majestad que le corresponden. A través de la historia de Israel, la idolatría fue mutando, cambiando poco a poco, fue adquiriendo nuevos “rostros”: Así, de la idolatría cultual se pasó a la idolatría del poder y de las riquezas, sobre todo en tiempos de los profetas preexílicos.

Ya en el Nuevo Testamento se presentan nuevos rivales de Dios. Se plantea por ejemplo el culto a Dios ante la pleitesía que solicita el emperador que planta la interrogante sobre la elección entre servir a Dios o postrarse ante un ser humano. Es una nueva idolatría. Luego, con Pablo de Tarso se plantea la oposición entre Ley y Gracia, es decir, entre la pretensión de que el cumplimiento de la Ley otorga la salvación, o bien, como plantea el apóstol, el acceso a la vida eterna es fruto de la obra redentora de Cristo. También es el mismo Pablo el que llamará “idolatría” a la “codicia”.

Hoy también tenemos nuevas y modernas idolatrías: El hombre que pretende establecer las bases y los criterios del bien y del mal mediante una moral autorreferenciada, un problema que ya se plantea en el Génesis. Se presenta, por ejemplo, como nuevas idolatrías el diseño de una antropología desconectada de lo trascendente, poniendo en movimiento la dictadura del relativismo. En el caso de la vida humana, el ser humano quiere decidir quien vive y quien muere. Es decir, se cae en la idolatría cuando el hombre asume el rol de Dios, y opta por el aborto, por la eutanasia o pretende establecer legislaciones que contemplan penas de muerte. Dios es el único dueño de la vida y de la muerte. Gracias a Dios, pese a los intentos, nuestro país sigue optando por la vida desde su concepción hasta la muerte natural. En lo que se refiere a la familia y a la sociedad conyugal es igualmente idolátrico, desde el punto de vista de la fe, pretender instalar la ideología de género. El Dios bíblico y de los cristianos se reserva derechos en los que el hombre no debería inmiscuirse sin caer en idolatría. En realidad, es una cuestión de sentido común, aunque, lastimosamente, el sentido común es el menos común de los sentidos.

Así como Moisés advertía del peligro de la construcción de una sociedad sin Dios, hoy resuena con particular fuerza la misma asechanza de babelizar la civilización, sobre todo en Occidente: Convertir la cultura humana en una nueva Babel, signo de confusión. Eso es lo que significa Babel: Extravío, confusión y perdición. Es “confusión” porque el hombre siendo hombre quiere actuar como si fuese Dios y quiere relegar a Dios en el ámbito privado, exiliarlo de la vida pública. Los creyentes estamos convocados por la Iglesia a orar por la vida y por la familia, a defenderla, a protegerla. No se trata de una defensa infundada, con esquemas fundamentalistas, sino de una defensa sabia, prudente, pastoral y evangelizadora que sea racional y razonable, en diálogo con la ciencia y con las personas.

 

Sal 1,1-4-6 El salmista proclama dichoso a quien pone en el Señor toda su confianza. Proclama feliz a quien apartándose del consejo de los malvados solo se complace en la oración, en la meditación de la Palabra de Dios todos los días de su vida. Los pecadores, para el orante antiguo, tienen sus propios “caminos”, sus metas y objetivos, distintos del “camino” de los hijos de Dios. Son caminos de injusticia. De hecho, los malvados se reúnen para elaborar planes, para acechar al justo y ponerle trampas. Elaboran un proyecto meramente humano, alternativo al proyecto de Dios. Caen en la insensatez de querer luchar contra Dios. Carece de sentido luchar contra Dios. Dios es aliado de la humanidad; no su enemigo. Dios quiere que el hombre viva y que viva bien. Ni siquiera quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.

Quien deposita su fe y su confianza en el Señor es comparado con un árbol plantado en un lugar fértil y, por eso, produce frutos a su debido tiempo; sus hojas nunca se marchitan. Quien sigue las sendas de Dios encuentra la dicha y todo lo que se propone le saldrá bien. De esta manera, el salmista, maestro de la oración, nos invita a vivir en constante meditación y súplica; nos estimula a dialogar con Dios, autor de la vida, promotor de la familia humana y salvador del género humano.

Mt 2,13-15.19-23 En el relato presentado por san Mateo, se narra la fuga de la sagrada familia a Egipto y, luego, el retorno a Israel. José, padre adoptivo de Jesús, aparece como personaje central, porque obedeciendo el proyecto de Dios, manifestado en la revelación del ángel, defiende a su familia del peligro que corre. El tetrarca Herodes, antagonista del niño Jesús, es descubierto por el ángel en su propósito criminal y esta revelación permite que los magos de Oriente, advertidos del peligro, retornaran a su tierra sin pasar más por Jerusalén. José escapa a Egipto, país que, por excelencia, en la tradición bíblica, es la tierra del exilio. Pero también, Egipto representa el punto de partida de la experiencia del éxodo.

José recibe la orden de salir de Belén mientras dormía. Según el pensamiento bíblico el sueño permite, de modo eficaz, el conocimiento de la voluntad de Dios. José lleva al niño y a su madre hasta aquellas tierras. Se percibe, sobre todo, un clima de amenaza porque se plantea la tentativa de eliminar la vida del Mesías neonato, objetivo que no se realizará de inmediato sino después de que finalice su ministerio terrenal.

La ejecución obediente de la orden del ángel —por parte de José— recuerda el relato del anuncio del nacimiento del niño. Él, de hecho, después de la revelación recibida del ángel en sueño, toma 3 a María como mujer que estaba en cinta. La actitud de José pone en evidencia su personalidad: Él es un hombre “justo”; es justo porque cumple la voluntad de Dios (Mt 1,19).

El evangelista se apresura en informar que la permanencia de Jesús en Egipto duró solamente hasta la muerte de Herodes (v. 15). La experiencia de la fuga recuerda la historia de los perseguidos y de los prófugos de todo tipo a causa del poder ejercido de modo discrecional. No obstante, Mateo fiel a la teología del cumplimiento, se remite al profeta Oseas para indicar que la antigua profecía: “De Egipto llamé a mi hijo” (Os 11,1) se realiza con el retorno a Israel de la sagrada familia. El empleo de la palabra “hijo” que se aplica a Jesús no solo subraya el amor paterno de Dios, sino que revive, de modo paradigmático, la historia de Jacob-Israel.

La muerte de Herodes el Grande acontecida en el año 4 a.C., constituye para la familia de José, exiliada en Egipto, la ocasión propicia para poder retornar en la patria. Este retorno acontece, como siempre, por iniciativa de Dios, mediante el ángel que aparece en sueños a José. La expresión “han muerto aquellos que buscaban al niño” recuerda la historia de Moisés que puede retornar a Egipto solamente después de la muerte del faraón. Resulta relevante constatar que José no retornará más a Judea, su región de origen, donde, en lugar de Herodes el Grande, reina su hijo Arquélao, conocido por la historia por sus particulares métodos sanguinarios. Solamente a través de la progresiva comprensión de la voluntad de Dios, José llegará a establecerse en Galilea, territorio libre porque dista de la institución política con sede en Jerusalén.

También la residencia fijada en Nazaret se ve como una realización de la promesa bíblica. La residencia de Jesús en aquel pequeño pueblo de Galilea y en consecuencia su sobrenombre “nazoreo o nazareno”, que en la tradición cristiana servirá para designar a Jesús, para Mateo no se refiere solamente al pueblecito donde él ha vivido, sino que representa también una alusión a su misión porque él será un “consagrado”.

Este relato de la fuga a Egipto y el retorno a Israel tienen la función de explicar por qué Jesús no ha permanecido en Belén, lugar de su nacimiento, y por qué ha sido transferido a Galilea, territorio en el que ejercerá gran parte de su misión (Mt 4,12—19,1). De hecho, el Mesías dará inicio a su actividad en Galilea, al Norte, y no en Judá.

San José, fue proclamado el 8 de diciembre de 1870, “Patrono de la Iglesia Católica” por el Papa Pio IX. Hace tres años, el 8 de diciembre de 2020, el Papa Francisco recordó los 150 años de esta proclamación mediante la Carta apostólica Patris corde (“Corazón de padre”). José, un hombre justo, fue elegido por Dios para ser el padre del Mesías neonato. Mostró no solo acatamiento a la voluntad de Dios, sino que respetó y apoyó a María, su esposa; salvó a su hijo del peligro y defendió la vida con prudencia y diligencia. Por todo esto, es una de las figuras centrales del cristianismo, un hombre excepcional, modelo de padre de familia. Dios quiera que nuestras familias, en Paraguay, se inspire en ese insigne varón que asumió con responsabilidad su vocación de esposo y de padre.

Para la Sagrada Escritura, hermanos y hermanas, el hombre y la mujer están llamados a vivir unidos, en el contexto de un compromiso permanente, el vínculo del matrimonio. Es una vocación humana y cristiana con el fin de comunicar la vida y así fundar una familia según el proyecto de Dios. Si, por un lado, los hijos deben obedecer a los padres para vivir dichosos, los padres deben educar a los hijos y no maltratarlos, según nos enseña san Pablo (Ef 5,21—6,10). El esposo, como cabeza de la familia, representa a Cristo; y, por eso, es el custodio de la familia; tiene la misión de santificarla y preservarla del mal y del peligro, como lo hizo san José. La esposa, por su parte, debe amar a su esposo y seguirle como la Iglesia sigue a Cristo.

Sin embargo, el ideal del matrimonio y la familia no está exenta de realidades amargas de las que se hacen eco las Sagradas Escrituras: En nuestras familias, en efecto, no pocas veces hay dolor, violencia, mal trato, abandono, hechos que conspiran contra la comunión de vida y de amor. Por algo el discurso de Jesús sobre el matrimonio (Mt 19,3-9) se inserta en el marco de la disputa sobre el divorcio. La palabra de Dios es testimonio permanente de esta dimensión oscura que se abre ya 4 en los inicios cuando, con el pecado, la relación de amor y de unidad entre el varón y la mujer se transforma en un dominio (cf. Gn 3,16) (AL 19). La constatación bíblica de esta situación comprueba el realismo de la Sagrada Escritura que se presenta como compañera de viaje para las familias que están en crisis o en medio de algún dolor y les muestra la meta del camino cuando Dios, al final, “enjugará las lágrimas de sus ojos, cuando ya no haya muerte, ni luto, ni llanto ni dolor” como se expresa el autor del Apocalipsis (Ap 21,4). (AL 22). Para llegar a esta meta es necesario de nuevo apostar por la ternura del abrazo entre esposos, entre padres e hijos, recuperar el diálogo respetuoso y sereno, orar juntos ante la Sagrada Familia de Nazaret, descubrir de nuevo la grandeza de estar juntos y de compartir momentos de intimidad y de afecto.

Esta es la manera necesaria para superar los múltiples desafíos y dificultades que afrontan tantas familias: problemas laborales, individualismo, la casa como lugar de paso, el secularismo, el hedonismo, las ideologías, el narcisismo, el debilitamiento de la fe, niños que nacen fuera del matrimonio, el abuso sexual en comunidades educativas y cristianas donde los niños y adolescentes deberían estar protegidos. Es preocupante también el problema de la migración del padre o de la madre por motivos laborales, la plaga de la droga, del alcoholismo y todos los demás vicios que se yerguen amenazantes contra familias, niños y jóvenes vulnerables.

Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que “niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo” (AL 56).

Sin embargo, estas realidades que preocupan son desafíos. Por eso, no hay que caer en la trampa de un lamento desgastante o autodefensivo en lugar de despertar la creatividad misionera. La Iglesia siente la necesidad de decir una palabra de verdad y de esperanza y proponer los grandes valores del matrimonio y de la familia cristiana que se corresponden con la búsqueda de sentido de la experiencia humana. Si constatamos muchas dificultades, ellas deben llamarnos a liberar en nosotros las energías de la esperanza traduciéndolas en sueños proféticos, acciones transformadoras e imaginación de la caridad (AL 57).

Que este Año dedicado a la oración sea un tiempo de especial diálogo con Dios, de orar en familia, recitando y reflexionando los salmos, el Padre Nuestro, nuestras oraciones sencillas y populares con el fin de abrir nuestras mentes y corazones al Dios de la Vida, del amor, de la justicia y de la misericordia.

Hermanos y hermanas: Que María Santísima, Virgen de Caacupé, madre del Mesías y amada esposa de san José, su esposo, la sagrada familia de Nazaret, sea modelo en la defensa de la vida y guía de nuestras familias. Amén.

Caacupé 2023

 

Fuente: Departamento de comunicaciones Basílica ASntuario Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé