En la 239ª Asamblea de los Obispos del Paraguay, con la presencia de representantes de la CONFERPAR, hemos compartido las alegrías y tristezas de nuestro pueblo, que nunca debe sentirse como ovejas sin pastor (Mt 9,36). En esta ocasión, hemos recibido y escuchado atentamente las palabras del Nuncio Apostólico, como también del Presidente de la República.

El primero nos animó a vivir las orientaciones del Papa Francisco a ser una Iglesia sinodal, en salida a las periferias, a curar heridas (QA 19; EG 17).

El Presidente de la República nos presentó su visión del nuevo gobierno y nos dio la oportunidad de expresar algunas inquietudes. En este encuentro surgió el anhelo de colaboración mutua para mejorar la situación de nuestro pueblo.

Nos anima la revitalización de fe y el compromiso de los laicos, demostrado durante los dos años dedicados a ellos. Confiamos que continúen siendo fermento de cambio y transformación de la sociedad.

El reciente Sínodo nos alienta a vivir una nueva modalidad eclesial en los años que siguen, mediante la escucha “a los laicos, a las mujeres y a los hombres, todos llamados a la santidad en virtud de su vocación bautismal” (Carta de los Sinodales al Pueblo de Dios, octubre 2023).

Además, hemos reflexionado sobre la preocupante realidad social. Nos duelen algunos problemas, como los desalojos violentos de comunidades indígenas y campesinas, sin consideración a los más vulnerables, que son las mujeres, niños y ancianos. Otras de las realidades acuciantes de nuestro país son las cárceles, que por hacinamientos de la población y sin suficiente atención de rehabilitación, se convierten en peligrosos centros para delinquir. Nos pesa, sobremanera, el aumento de personas, sobre todo niños, en situación de calle, como también el gran número de feminicidios. Estas y otras realidades claman una solución urgente.

Como dice el Papa Francisco, no existen dos crisis – social y ecológica – sino una sola: la socio-ambiental. Por lo tanto, con los atropellos y violaciones de los DDHH, también nos interpela la destrucción de la naturaleza, que es nuestra “casa común”. La indiscriminada deforestación, la angurrienta explotación de los recursos naturales y la falta de atención a la agricultura familiar campesina causan la contaminación de tierra, aire y agua, los grandes desplazamientos forzados de familias y comunidades de campesinos e indígenas a zonas urbanas, las crecidas de ríos en la parte oriental y la larga sequía en el Chaco que afectan a muchas familias. En dicha coyuntura, se las coloca en situación de vulnerabilidad que después se aprovecha con fines políticos y para el consumo y tráfico de drogas.

La crisis es aguda: faltan recursos para salud y educación. Vemos con mucha preocupación el descuido de la salud pública y la deuda del gobierno en materia de educación, tan golpeada últimamente, que deja a miles de niños y jóvenes fuera del sistema educativo, tanto en las instituciones católicas como en las públicas. Nos sorprende que los representantes de este pueblo sufriente, conociendo estas necesidades, se muestren tan insensibles y piensen solamente en su bienestar autoasignándose jugosos salarios.

Como Iglesia en el Paraguay, frente a esta realidad, apostamos a una sociedad diferente, justa e inclusiva, tal como garantiza nuestra Constitución Nacional. Realizamos nuestro compromiso y acción a través de las diferentes pastorales, que cuidan la vida y la familia, procurando un desarrollo integral, acompañando al pueblo de Dios en sus sueños y esperanzas, sobre todo a las familias, sus numerosas necesidades y la permanente amenaza a sus valores.

En esta sociedad global materialista y consumista, los laicos están llamados al discernimiento en la verdad sobre la vida, la familia y la sexualidad humana. Las familias sufren ataques y rechazo a la voz de la Iglesia sobre la naturaleza de la familia y el matrimonio como unión entre un hombre y una mujer, sobre su indisolubilidad, el amor conyugal fiel y fecundo y la apertura a la vida. «Cada vez que llega una colonización cultural e ideológica se peca contra Dios creador porque se quiere cambiar la creación como Él la ha hecho» (Papa Francisco, 21 noviembre 2017).

Nos alegra ver el crecimiento de familias asociadas en movimientos laicales apostólicos que obran para que el Evangelio de la familia sea una bella realidad en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad. Soñamos en “cielo nuevo y tierra nueva”, con hombres nuevos y una sociedad nueva, como quiere Dios (Ap 21,1; Col 3,10).

Asimismo, en el marco del Jubileo 2025, la Iglesia en el Paraguay invita a iniciar la celebración jubilar con un “Año de Oración” (2024), que nos lleve a una mayor vivencia de amor fraterno, solidaridad, justicia y a un mayor cuidado de nuestra “casa común”.

Como Pastores de la Iglesia animamos a todos los bautizados a participar de una verdadera renovación eclesial, siendo “Peregrinos de Esperanza” (Lema de Año Jubilar 2025). Especialmente, adhiriéndonos al anhelo y clamor del Papa Francisco por la paz en el mundo.

Volviendo nuestros ojos hacia nuestra Madre Santísima, nuestra Señora de Caacupé, pedimos su protección maternal para todas las personas que habitan este bendito pueblo.

 

Asunción, 3 de noviembre 2023

 

Fuente: Oficina de Comunicación y Prensa CEP