En la presentación de su libro “100 años de presencia plata en el Chaco”, el Monseñor Miguel Fritz, obispo del Vicariato Apostólico del Pilcomayo, compartió cómo los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, en su país natal, en Alemania, lo acogieron en tiempos donde los católicos eran minoría y a menudo enfrentaba discriminaciones.

Fue esa acogida familiar de la casa de formación, lo que lo llevó a abrazar esta congregación y el sacerdocio. Mons. Fritz nació en el norte y creció en el centro de Alemania, sobre el mayor volcán extinto de Europa. “Éramos muy pocos católicos, a veces era el único en la clase, donde este niño y joven tuvo que explicarle a los compañeros que es Corpus Christi”.

Desde muy joven sintió una fuerte identificación con la Iglesia y una vocación clara al servicio: a los 14 años ya guiaba un grupo de niños en su parroquia. Debido a las limitaciones para continuar sus estudios y por recomendación de su padre, que conocía a los Oblatos de María Inmaculada, ingresó a una casa estudiantil oblata, donde terminó el bachillerato.

Al poco tiempo de convivir con los oblatos, se decidió: “Quiero ser oblato”. A los 16 años fue a vivir con ellos, y a los 19 terminó su bachillerato. Ingresó directamente al noviciado, en medio de un contexto turbulento: la revolución estudiantil del 68 y una época de cambio y crisis dentro de la Iglesia.

Fue ordenado sacerdote muy joven, tuvo que esperar a cumplir 26 años. Ejerció primero en Alemania, en una parroquia muy activa con más de 120 monaguillos. Sin embargo, el llamado misionero creció con fuerza al escuchar sobre América Latina, las dictaduras, y la teología de la liberación. Pidió permiso para ir al Paraguay por cinco años. Aunque la idea generó temor, por la escasez de religiosos en la congregación, finalmente se le concedieron. Llegó al país y ya lleva más de 40 años sin volver a Alemania.

En Paraguay, primero trabajó con campesinos en la región oriental, donde aprendió guaraní y participó en una casa de formación vocacional. Desde la visita del Papa Juan Pablo II, se trasladó al Chaco, donde desarrolló gran parte de su misión. Fue elegido provincial y luego consejero general, lo que lo llevó seis años a Roma. Tras un año sabático, que pasó en parte en el Sahara, volvió al Chaco, donde hasta entonces no había Pastoral Indígena.

En noviembre de 2022 fue nombrado administrador del Vicariato Apostólico del Pilcomayo, continuando su labor en una región que ya conocía profundamente, tras haber pasado allí 20 años antes.

El Mons. Fritz recordó con gratitud el acompañamiento y humanidad que recibió en su juventud de parte de los oblatos, especialmente durante momentos difíciles, como cuando sufrió discriminación en su adolescencia. Esa cercanía y espíritu de familia, afirma, es algo que ha experimentado en las más de 150 comunidades oblatas que ha conocido por el mundo. Para él, eso define su vocación: “Siempre se ha acogido a todos como uno más. Esa familiaridad nos caracteriza como oblatos, y eso me hace feliz”.