En una entrevista al Cardenal Ratzinger, que posteriormente fuera Benedicto XVI, le preguntan si el Espíritu Santo elige al Papa. Ratzinger responde que no, que no siempre o no necesariamente, porque el Espíritu Santo actúa a través de las personas, y las personas no siempre actúan movidas por el Espíritu Santo. El libre albedrío del ser humano puede optar, conforme a Dios o no.

Esto no significa que la voluntad de Dios no pueda realizarse. Dios escribe derecho en renglones torcidos, según recuerda una frase que podría ser de Santa Teresa de Ávila, indicando que Dios encuentra caminos para realizar su voluntad, aunque la naturaleza no comprenda o no colabore plenamente con ella.

¿Elegirán los cardenales la persona adecuada para la Iglesia, conforme al querer de Dios? En principio, creemos que si. Pero tendremos que comprobarlo juntos, lo cual es claramente el modo de actuar divino en la Iglesia. Cada vez que nos unimos para buscar el camino del Señor, en la unidad se manifiesta su presencia.

Por el momento el panorama es un verdadero espectáculo. Los medios, los influencers, la prensa, tanto de Iglesia como del foro secular, se han montado una lotería, no sin ayuda de algunos portavoces eclesiales. Cada uno tiene una opinión, una tendencia, una afirmación de lo que es o sería correcto, un candidato que es o puede ser el ideal.

De alguna forma no me sorprende, menos aún en la era digital y virtual. Si en el mito de la caverna de Platón, o Aristocles como en verdad se llamaba, el filósofo nos hace entender que lo que conocemos en realidad son solamente sombras, en la caverna digital o cibercaverna donde hoy vivimos, la realidad se aleja aún más, no solo de nuestros sentidos sino del intelecto, que para aproximarse a lo verdadero debe traspasar varios niveles de interpretación de la información. Hay densas cortinas de bytes de distancia entre lo que se dice, se piensa, se pretende y lo que se es.

El Reino de Dios es como la semilla que germina de día y de noche, y que dará a su tiempo los frutos. Busquemos el misterio de ese Reino, acojamos su dinámica, cosechemos sus frutos y sigamos esparciendo las semillas de Cristo en el mundo entero. Unidos en Cristo, busquemos su luz entre los sombras y desesperanzas de ayer, de hoy y de mañana, hasta que lo veamos tal cual es, no como nos gustaría que sea para darle un “like”, y seguir encerrados en la cibercaverna de las realidades a medias verdades, sesgadas, influenciadas, manipuladas y rápidamente desechadas.

Aún así, tampoco esta saturación de información y su diversa cualidad en cuanto verdad, puede impedir, que Dios encuentre su elegido. Para algunos, debe ser uno que siga el camino de Francisco, para otros debe ser alguien que complemente a Francisco, para algunos otros debe ser alguien distinto.

Parafraseando a Eliseo y Elías, hay quienes esperan que el elegido tenga al menos dos tercios de la fuerza del Papa Francisco. No sé si hay alguien que llene esa expectativa. Pero si creo, que el manto del profeta ya cayó en el pueblo de los bautizados, la Iglesia, y que el compromiso con una Iglesia misionera, en salida, misericordiosa, con olor a oveja, sinodal, en comunión y participación, seguirá amparando la evangelización y el nuevo paradigma eclesial. Y de verdad creo, que el próximo Papa, habrá de acoger a esta Iglesia que sueña y anhela la fraternidad universal en la casa común, abierta al diálogo, humilde, pobre, accidentada, imperfecta pero valiente y dispuesta a hacer lío.

Por cierto, creo que el Papa Francisco no querría que su persona le hiciera sombra a Cristo, tampoco a la Iglesia. Los medios están enfocados en el Papa, pero no pueden comprender que no se trata de él, sino de Cristo. Pedro debe edificar la Iglesia de Cristo, no la de Simón.

La acción del Espíritu se reconoce habitualmente por los frutos. En ellos se verifica que algo proviene de Dios y que alguien actúa movido por la gracia divina. La verificación del actuar del Espíritu se da posteriormente, lo que indica que algo que parecía al inicio ser claramente divino, puede comprobarse posteriormente que no lo era o no plenamente. Y viceversa.

La Iglesia es humana y divina, seguirá siéndolo. Ambas dinámicas se entrelazan, se buscan y se completan, en el tiempo, que por un lado se mide humanamente y por otro lado es una realidad divina sujeta a su Gracia, para indicar el momento de su intervención. Y así como lo humano puede ocultar lo divino, sigue siendo el lugar donde también se manifiesta.

Humana y divina, como el Señor que quiso ser plenamente humano y divino. Unidos en Cristo, es posible

Monseñor Francisco Javier Pistilli
Encarnación, 4 de mayo de 2025