Los sábados de mañana, la Penitenciaría de Tacumbú, tiene un color distinto, en medio del dolor, la añoranza, el remordimiento, el menosprecio por parte de la sociedad y el estado de precariedad, de hambre y de condiciones inhumanas… horas en que brota una luz de esperanza en el corazón de cada interno participante, cuando los jóvenes de la catequesis llegan para transmitir la palabra, la misericordia y el amor de Dios.

María Ester Cáceres, forma parte de este grupo, desde octubre del año pasado, cuando se sumó al sí de esta misión: llevar el evangelio a las personas privadas de libertad. La joven reconoce que el miedo y los prejuicios, como era de esperarse, se adueñaron al comienzo. Pero lo que se encontró fue la extrema necesidad, no solamente material o física, sino espiritual y afectiva.

“Sentí que son muy despreciados por la sociedad, siento que hay mucho odio y entiendo, todas son personas que cometieron delitos, hicieron cosas malas en su vida, pero todos, todos, hicimos cosas malas y yo sentí que ellos sienten ese rechazo de la sociedad”, relató.

El mensaje de Ester, es claro: “ellos son exactamente igual que todas las personas que estamos afuera de Tacumbú, ellos quieren lo que todos queremos”, recalcó.

Por otro lado, manifestó su sorpresa al ver, que la Pastoral tiene mucha fuerza en la Penitenciaría y relata que son los mismos internos del Pabellón Católico quienes se ocupan de los más necesitados del penal, los llamados “pasilleros”, que duermen en el piso. Además, se encargan de invitar a participar de la catequesis, donde siempre hay comida al final, producto de la donación que reciben. “Algunos participan por la catequesis y otras por la comida, es la realidad que se vive”, por la necesidad imperante.

En las catequesis, luego de compartir el evangelio, reflexionan y realizan diferentes talleres de dibujo y de arte junto a los reclusos, quienes logran conectar con sus anhelos y sueños. María Ester afirmó que “en Tacumbú, yo vi un evangelio vivo, todo se hace vida ahí, todo lo que Jesucristo vino a predicar en la tierra, yo lo vi en carne propia”.