Saber entregar a Dios nuestras debilidades y fortalezas para permitir que él obre a través de ella. Este claro ejemplo se refleja en el testimonio de vida del Beato italiano, Giovanni Dominici, que ingresó a los dominicos a los 18 años en el priorato de Santa María Novella, a pesar de la oposición inicial de algunos superiores debido a su falta de educación y a su tartamudez, Giovanni demostró una gran capacidad de aprendizaje y una memoria prodigiosa.

Con esfuerzo y dedicación, se convirtió en uno de los teólogos más destacados de su tiempo y en un orador elocuente.

Uno de los logros más notables del Beato Giovanni fue la restauración de la observancia regular en los conventos dominicos. Fundó nuevos monasterios en Fiésole y Venecia, incluyendo uno para la rama femenina, llamado «Corpus Christi». Desde estos centros de espiritualidad, trabajó incansablemente para restablecer la estricta observancia de la regla de Santo Domingo.

En 1406, Giovanni Dominici participó en el cónclave que eligió a Gregorio XII, quien lo nombró arzobispo de Ragusa y luego cardenal de San Sisto.

Falleció en Buda el 10 de junio de 1419. Su beatificación, iniciada en 1622, fue aprobada finalmente por el Papa Gregorio XVI en 1832