San Eduardo, el confesor, rey (1003 – 1066)

“El corazón de un rey es como un río que Dios conduce a donde quiere”, este es uno de los Proverbios de la Biblia, en el que se refleja la figura de san Eduardo, llamado el Confesor, quien proclamó con los hechos y con la coherencia de vida, su fe cristiana. Fue un rey justo y generoso el ”buen rey Eduardo”– como era llamado-, recordado por sus acciones políticas, que garantizaron a Inglaterra un largo período de paz, pero, también, por haber ayudado y respetado siempre a los  más humildes de sus súbditos, aboliendo impuestos injustos y redistribuyendo el dinero recogido. Todo esto, en una época en que la piedad y en que la equidad no tenía ningún significado.

Nace en el 1003, en Islip, cerca de Oxford. Es hijo de Etelredo II, apodado el Indeciso, heredero en línea directa de Alfredo, el Grande, el soberano que había resistido a los escandinavos y que había puesto los fundamentos del renacimiento anglosajón. Es coronado solemnemente rey de Inglaterra, el día de Pascua de 1043, y es el último rey nacional, antes de la llegada de los normandos. Vive tiempos muy difíciles para la corona inglesa.

Apenas elegido, debe enfrentarse con los barones sajones, entre los que está Godwin de Wessex, quien pretende gobernar en su lugar. Sucesivamente se ve obligado a dejar el país, durante el período de dominación escandinava. Huésped, por muchos años, en Normandía, junto a unos parientes maternos, no volverá a Inglaterra, hasta después de la muerte de Canuto III.

Para equilibrar las presiones de la corte, se rodea de notables normandos –reduciendo, en parte, el monopolio de los obispos y de los monjes ingleses- y se casa con la hija del barón Godwin, Edith, con la que vive en castidad. El monumento al que está vinculada su memoria es la abadía londinense de Westminster, “monasterio occidental”, llamada de esta manera por su posición geográfica dentro de la ciudad.

Eduardo la hace erigir con el fin de resarcir un antiguo voto incumplido: el de efectuar una peregrinación a Roma, que resulta imposible a causa de la intricada situación política.

Muere el 5 de enero de 1066 y es sepultado en Westminster. El rey Eduardo se convertirá pronto en la figura y en el símbolo de un fuerte movimiento nacional, que promueve su canonización, celebrada en el 1161, por el Papa Alejandro III. Es invocado para conservar la castidad.

Hoy también se recuerda a san Rómulo.

 

Departamento de Pastoral de Radio Cáritas Universidad Católica.