San Urbano V, Papa (1310 – 1370)

Guillermo de Grimoard, así se llamaba Urbano V, nace en el castillo de Grisac, en la homónima localidad francesa. Parece destinado a la vida militar, pero, desde joven decide convertirse en monje benedictino. De intelecto vivaz, es orientado a los estudios y licenciado, en 1342. Enseñará derecho canónico en Montpellier, en Tolosa y en Aviñón.

Por su capacidad es nombrado abad de Saint-Germain-d´Auxerre, prestigiosa abadía cluniacense, y, luego, de san Víctor de Marsella.

Gracias a su habilidad diplomática es elegido como legado papal en el Milán de los Visconti, en 1362, junto a la reina Juana I de Nápoles. Allí le llega la noticia de su elección al solio pontificio, a pesar de no ser cardenal, de no ser obispo o de no haber estado presente en el Cónclave. Es uno de los siete Papas de Aviñón. Al tomar el nombre de Urbano V, se empeña en poner fin al cisma con la Iglesia griega y en relanzar la Cruzada contra los turcos, quienes amenazan lo que queda de las posesiones bizantinas. Pero, la Cruzada, anunciada en 1363, registra un fracaso total. Su fama, sin embargo, no está ligada a la guerra, sino a la capacidad de devolver la Santa Sede a Roma, después de medio siglo de permanencia en Aviñón.

Advierte el drama de aquella que ha sido llamada la “cautividad aviñonense”, es decir, el exilio del sucesor de Pedro de la ciudad de los apóstoles. Con un golpe de fuerza deja Aviñón en abril de 1367, para desembarcar en junio al norte de Roma, acogido por el cardenal Egidio de Albornoz.

En Roma se convierte en un verdadero promotor de la fe y de las artes, aunque sus dificultades son muchas; decide solo tres años después volver a Francia, sordo a las súplicas de los romanos y a la insistencia de santa Brígida, quien lo alcanza en el lago de Bolsena y le pide quedarse, prediciéndole que morirá si no vuelve sobre sus pasos.

Atacado por la fiebre, muere el 19 de diciembre de 1370, objeto de devoción popular. Sin embargo, es blanco de críticas por parte de Petrarca, quien escribirá de él: “Por agradar a los hombres, desagradó a Cristo, a Pedro y a todos los buenos”.

Hoy también se recuerda a san Anastasio I.

 

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