Bajo unas lonas levantadas a toda prisa al norte de Atenas, una treintena de voluntarios se movilizan para curar a decenas de gatos y perros abandonados u olvidados durante las evacuaciones por los incendios en Grecia, y los alivian con almohadillas de hielo, bálsamos en las quemaduras de las patas o baños de agua fría. “Hora del baño”, grita un joven voluntario cuando sumerge a dos pequeños cachorros en un barreño hasta arriba de agua.
Salvo los que tienen quemaduras graves, se baña a los animales rescatados cada dos o tres horas para enfriarles las patas.
Bajo las improvisadas lonas instaladas en siete horas al pie de una cantera abandonada en la periferia de la capital griega, los veterinarios voluntarios organizaron un espacio “cuidados intensivos” para los quemados graves, cuyas heridas necesitan una vigilancia continua.
“Hasta ahora, hemos acogido a 233 animales”, explica Yannis Batsas, el presidente de Acción Voluntarios de los veterinarios griegos. “Y nos llegan unos veinte al día”, explica a la AFP.
Decenas de localidades de la aglomeración de Atenas fueron evacuadas a principios de agosto por el avance de las llamas que arrasaron bosques y residencias a una treintena de kilómetros al norte de la capital.
Una mujer cuida a un perro en una playa de la isla griega de Eubea, el 9 de agosto de 2021© AFP Angelos Tzortzinis
En esta región, donde abundan los perros y los gatos errantes, tanto estos como los animales domésticos, se quedaron atrás en la huida precipitada de sus dueños.
En torno a los bosques quemados, la AFP encontró grupos de voluntarios que recogen animales abandonados en Efnides y en otros pueblos arrasados.
Acogida de animales
En el refugio del norte de Atenas, los voluntarios se mueven entre jaulas poniendo hielos en los cuencos, mientras un ventilador alivia un poco el agobiante calor.
En medio de un concierto de ladridos, perros con las patas y el cuerpo quemados, acogen con alegría a sus enfermeros.
Sobre sábanas llenas de hielos, una veintena de perros esperan con tranquilidad la hora en que sus dueños, o personas que los adopten, vengan a buscarlos.
Una mujer y su perro cerca de un ferry en la isla de Eubea, el 9 de agosto de 2021© AFP ANGELOS TZORTZINIS
“Cerca de 90 animales han vuelto con sus dueños”, cuenta Elena Dede, la fundadora de la organización no lucrativa Dog’s Voice.
Entre los miles de voluntarios que se presentaron, sobre todo el primer fin de semana, muchos aceptaron acoger a perros en sus casas por unos quince días.
“Nunca tenemos más de cincuenta animales a la vez gracias a los albergues y a las adopciones”, celebra Yannis Batsas.
“Hubo más de 2.000 personas que se presentaron para ser voluntarios”, cuenta a la AFP Elena Dede, que afirma que se recogieron “diez toneladas de comida para gatos y perros” que serán entregadas en las perreras del Ática, en el este de Grecia.
¿Un nuevo centro en Eubea?
La ola de solidaridad que se vio en la capital anima a los voluntarios a abrir otro centro en la isla de Eubea, donde los incendios seguían todavía activos el jueves.
“Un equipo fue a la isla de Eubea para ver las granjas, las cabras y las ovejas que se quemaron”, explica Yannis Batsas.
Pero “Eubea, eso es otra historia. Tenemos que estar seguros de que tenemos la capacidad de responder con la misma eficacia que aquí”, añade Elena Dede.
En esta isla al este de Atenas, la evacuación de los animales quemados es complicada. “Hay que llevarlos en barco, lo que alarga los trayectos”, se lamenta Irini Tapouti, la directora de la clínica veterinaria de Calcidia.
En la playa de Pefki, sobre camillas cubiertas de ceniza, Roula Papadimitri y su hija Eva dan los primeros cuidados, y consuelo, a una docena de perros salvados de las llamas, constató la AFP.
Al huir de Artemisia a pie, madre e hija dejaron su casa pero rescataron a más de diez perros. “No nos planteábamos irnos sin ellos”, dijo Eva. “¿Cómo podemos abandonar a los perros?”, se pregunta su madre.
Con calma, Roula va saciando la sed de los perros, mientras un pequeño gato se cuela entre los cánidos.
Sin embargo, Roula puso a tres perros en jaulas, por miedo a que huyan y se pongan en peligro. “No voy a dejarles meterse en la boca del lobo”, añade.
El tiempo