En un colchón delante de un restaurante en plena ola de frío glacial, John agarra un vaso de té caliente que un voluntario le da. Este nigeriano llegó a París hace tres semanas para pedir asilo, pero sus esfuerzos han sido vanos y ahora se siente «condenado a estar en la calle».

Desde el 1 de enero y la entrada en vigor en Francia del nuevo régimen nacional de acogida de los solicitantes de asilo, que según el gobierno debería contribuir a “desatascar” la región de París y sus alrededores al orientar a gran parte de los exiliados hacia otras regiones, las asociaciones de ayuda a los migrantes temen lo peor.
Los casos más sencillos son transferidos a las regiones y los más complejos –como el de John (nombre ficticio) que se registró en otro país cuando llegó a Europa– permanecen en la región de París, sin que nada avance para ellos.
Esto aumenta el riesgo de concentrar en la capital francesa y sus suburbios cercanos una precariedad extrema, caldo de cultivo para la reaparición de campamentos de fortuna, un escenario que las autoridades quieren evitar a toda costa.
El “Reglamento de Dublín” otorga al primer país de entrada de un inmigrante en la Unión Europea (UE) la responsabilidad de tramitar su solicitud de asilo.
“Ir a otro lugar que no sea París es todo lo que quiero si eso significa que ya no voy a dormir a la intemperie”, dice John a la AFP, mientras sorbe la bebida caliente.
“Llamé al 115 (número de emergencia social), expliqué que quería pedir asilo, pero me dijeron que no hay plazas”, dice el nigeriano, que huyó de su país y llegó a Europa cruzando el mar Mediterráneo.
“Explosivo”
“Estamos a favor del plan”, dice Delphine Rouilleault, directora general de France terre d’asile, una asociación estatal que opera en la región parisina, “pero corremos el riesgo de acabar con una concentración de las situaciones administrativas más complicadas en la región de París, y un sistema de atención difícil”.
La policía evacua un campamento de unos 2000 migrantes cerca de la autopista A1, al norte de París, Francia, el 17 de noviembre de 2020© AFP/Archivos Christophe Archambault
El plan del gobierno consiste en “aflojar la presión” en París y sus alrededores, a los que llegan la mitad de los solicitantes de asilo, pero que sólo cuenta con el 19% de las capacidades de alojamiento dedicado a estas personas.

“Sobre el papel, es un buen plan, pero en la realidad es explosivo, porque no tiene en cuenta que el sistema funciona mal y la gente no consigue presentar sus solicitudes”, dice Clotilde Hoppe, responsable de la región de París de la Federación de Actores Solidarios (FAS).
El director de la Oficina Francesa de Inmigración e Integración (OFII), Didier Leschi, reconoce que la situación en la región de París es “preocupante”.
En enero, 991 personas fueron orientadas a otras regiones francesas, unas cuatro veces más que la media mensual de 2020.
“No enviamos a los “dublineses” a otras regiones porque es un procedimiento complicado. Pero reciben el subsidio para solicitantes de asilo”, dice el responsable de la OFII.
Según él, 15% de las 1.150 personas que solicitaron asilo rechazaron el traslado, por lo que se les retira automáticamente cualquier prestación o alojamiento.
Najah Mohamad, un somalí de 24 años, intenta obtener el asilo desde su llegada a París hace cuatro meses. Desde entonces duerme con cuatro compañeros de infortunio bajo una estación aérea del metro.
Cuando llama por teléfono le dicen “llame más tarde”. Pero este hombre, vestido con una simple sudadera con capucha a -2°C de temperatura, asegura tener todavía “esperanza”.
Un niño migrante en una tienda en frente del Ayuntamiento de París, en Francia, el 1 de septiembre de 2020© AFP/Archivos Thomas Coex
Sobre el terreno, en París y sus alrededores, donde Philippe Caro y su asociación Solidarité migrants Wilson distribuyen comida, ya no hay campamentos, pero los exiliados “están por todas partes”.
“Es sencillo, nos detenemos cada 50 metros, en los rincones escondidos”, resume. “Quieren volverlos invisibles, pero los más frágiles acaban en la calle”.