Jordi Cuixart no se fía. Cree que todavía hay posibilidades de que los nueve líderes independentistas indultados por el gobierno español regresen a la cárcel tras unos polémicos perdones que, para él, no solucionan la profunda crisis política en Cataluña. Él no se arrepiente de nada, y tampoco tiene miedo de volver a las prisiones donde pasó los últimos tres años y ocho meses.
“Estos indultos son porque al Estado español (…) le molestamos en la cárcel, no es una voluntad de resolución del conflicto político”, asegura a la AFP este empresario de 46 años, dos días después de salir de prisión por última vez.
Para Cuixart, que ya ha recurrido su caso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), el gobierno de Pedro Sánchez ha actuado “condicionado por la presión internacional”, en referencia a las organizaciones como Amnistía Internacional que pidieron su liberación.
Presidente de la asociación catalanista Òmnium Cultural, Cuixart fue detenido el 16 de octubre de 2017 por haber convocado una protesta frente a una sede del gobierno regional que estaba siendo registrada, y que acabó con coches de la Guardia Civil destruidos. En 2019, el Tribunal Supremo le condenó a nueve años de prisión por sedición, avalado después por el Tribunal Constitucional.
Su imagen dirigiéndose a los manifestantes subido a uno de esos vehículos, junto al también activista preso Jordi Sànchez, se convirtió en uno de los símbolos de aquellos días frenéticos, que sumieron a España en una de sus peores crisis políticas desde el final de la dictadura franquista en 1975.
Sin autocrítica
La tensión se aceleró en aquel caótico otoño de 2017, que acabó con una declaración fallida de independencia, los líderes separatistas presos o huidos –como el expresidente regional Carles Puigdemont–, y la autonomía catalana suspendida por el gobierno conservador de Mariano Rajoy.
El separatista catalán Jordi Cuixart, en Montblanc, España, el 25 de junio de 2021© AFP Josep Lago
Cuixart, que vivió la recta final desde la cárcel, dice que ha pensado mucho en aquellos días, pero se resiste a identificar los errores del independentismo.
“No me arrepiento de nada, lo único que sí que me sabe mal es la violencia que se ejerció contra ciudadanos de a pie”, asegura sobre las jornadas que siguieron a la consulta del 1 de octubre de 2017, celebrada pese a la prohibición de la justicia.
Su lucha, dice, era por el derecho a realizar un referéndum de autodeterminación, opción que sigue descartada por Madrid, pero que el independentismo volverá a llevar a la mesa de negociación que debe retomarse próximamente.
“Está por ver también si estos indultos serán efímeros o si se consolidarán (…), y sobre todo qué pasa con la represión”, indica. Y, aunque considera que la mesa podría suponer un “punto de inflexión”, no advierte predisposición para los dos grandes reclamos separatistas: amnistía y autodeterminación.
“Yo no veo a la sociedad española preparada para ningún tipo de avance en lo que hace referencia al autogobierno, pero la responsabilidad de los políticos es esto: dialogar”, agrega.
“Llegará”
Enérgico y amante de la meditación, este exitoso empresario de camisa colorida y aros en la oreja, se pone como ejemplo de lo que considera la transversalidad del soberanismo: hijo de un mecánico catalán y una carnicera murciana, que hablaban castellano en casa, y que funda una rentable compañía de fabricación de maquinaria de envases, actividad que compagina con su militancia catalanista.
“Yo no he proclamado la independencia de Cataluña. Yo no he convocado un referéndum de autodeterminación, pero no porque no quiera, sino porque no puedo, porque yo soy un activista”, reafirma con una media sonrisa.
A pesar de que la cárcel cambia para siempre, sobre todo las horas sin sus hijos pequeños, de cuatro y un año –este último nacido durante su estancia en prisión–, Cuixart no guarda malos recuerdos del encierro, que en algunos periodos pudo cumplir en régimen de semilibertad, después revocado.
Los vecinos de Montblanc, un pequeño pueblo en el corazón de Cataluña cercano a la casa familiar en la que está pasando sus primeros días tras el indulto, reconocen enseguida a Jordi Cuixart© AFP Josep Lago
Los vecinos de Montblanc, un pequeño pueblo en el corazón de Cataluña cercano a la casa familiar en la que está pasando sus primeros días tras el indulto, reconocen enseguida a este hombre de pelo cayendo sobre la nuca y que no deja de saludar.
Es una cara conocida de la sociedad catalana. Y no piensa dejar de serlo: pese a que su perdón está condicionado a no cometer otro delito grave en cinco años, además de la inhabilitación para ejercer un cargo público en nueve, este lunes ya tiene un acto político.
“Me quisieron hacerlo perder todo, y lo único que han logrado es que pierda el miedo”, asegura. “Yo no tengo miedo al Estado español”.
Lo que sigue sin estar claro es cuál será el final del camino.
“¿La República llegará? Pues si lo quieren los ciudadanos de Cataluña, es muy probable que sí, que llegará algún día”.