«Los daños y fallos en el ámbito eclesiástico, admitidos con dolor y vergüenza por el Papa emérito, son un reto para la Iglesia de hoy. Una advertencia para un mayor compromiso de protección y prevención». Este es el núcleo de la declaración del presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, tras la carta de Ratzinger a los fieles en Múnich.
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«La conciencia nos habla si estamos dispuestos a escuchar». Así comenzó el cardenal Seán Patrick O’Malley, arzobispo de Boston y presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, su declaración en respuesta a la carta del papa emérito Benedicto XVI publicada ayer en relación con el informe sobre los abusos en la archidiócesis de Múnich y Freising durante su mandato.
Un texto que contiene una «confesión» personal y dolorosa, así como una petición de perdón por los errores y fallos que se produjeron en ese contexto.
Un peso para las conciencias
«El Papa emérito -escribe el presidente de la Comisión que trabaja desde 2015 para responder a la lacra de los abusos y proteger a sus víctimas- nos ha hecho una descripción íntima del drama de su conciencia modelada por una vida de servicio a Dios y a su pueblo. El mal sufrido por las víctimas de abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes y religiosos y su gestión de dichos abusos pesa, con razón y necesariamente, en su conciencia».
Un estímulo para hacer más y mejor
Al analizar los efectos en las víctimas de los abusos y en la Iglesia actual, el cardenal arzobispo de Boston señala que el «sobrio testimonio» de Benedicto XVI refleja la conciencia de que ha habido momentos de profunda oscuridad que han marcado a los supervivientes, pero sobre todo indica que el reconocimiento de los «daños irreparables» causados por la Iglesia y los fallos en la prevención de esos daños representan un «desafío» para quienes ocupan hoy puestos de responsabilidad.
La invitación urgente es a hacerlo mejor. El «testimonio» y la profunda «honestidad» de las admisiones del Papa emérito -concluyó el cardenal- deberían ser un estímulo para que todos defiendan a los supervivientes de abusos y protejan a los que hoy dependen del cuidado de la Iglesia.