Si Israel sigue adelante con el proyecto de anexar importantes zonas de Cisjordania ocupada corre el riesgo de dañar la mejora de sus vínculos con los países árabes y de enfadar a las potencias europeas, pero el coste diplomático es incierto, estiman los expertos.

El 28 de enero, el presidente estadounidense Donald Trump, al lado del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, reveló en Washington su plan para resolver el conflicto israelo-palestino partiendo de la situación en el terreno y no, como era el caso hasta ahora, del derecho internacional y las resoluciones de la ONU.

Su proyecto prevé la anexión por Israel del Valle del Jordán, bajo control militar israelí, y de un centenar de colonias israelíes en Cisjordania.

El plan, que exige una «solución realista de dos Estados», también prevé la creación de un Estado palestino desmilitarizado en un territorio reducido, sin Jerusalén Este como capital y bajo ciertas condiciones.

El plan, aplaudido por Israel, propone estas medidas como parte de un «acuerdo de paz israelo-palestino».

Hasta ahora no ha habido negociaciones de paz sobre estas bases porque los palestinos se oponen al plan estadounidense al estimar que entierra sus sueños de un estado viable y han puesto fin a su cooperación en materia de seguridad con Israel.

Pero en un texto enviado al Cuarteto Internacional (Unión Europea, ONU, Rusia y Estados Unidos) y consultado el lunes por la AFP, los palestinos se declaran dispuestos a reactivar negociaciones directas con los israelíes.

A partir del miércoles, la fecha fijada por el Estado hebreo para el comienzo de la anexión, el país definirá su estrategia para aplicar el plan estadounidense. Se interrogará sobre el precio a pagar en caso de una acción unilateral, si no hay negociaciones con los palestinos.

La decisión «compete a los israelíes», resumió la semana pasada el secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo, una declaración interpretada por la prensa israelí como un apoyo tácito para la anexión sin acuerdo.

Pero este apoyo podría caer con un cambio en la Casa Blanca después de las elecciones presidenciales de noviembre, sobre todo porque el candidato demócrata Joe Biden, por delante en las últimas encuestas, se opone a la anexión.

Por un lado Israel dispone de una «ventana» de varios meses para actuar. Por otro, si el país la utiliza, podría mermar su relación con un eventual gobierno demócrata.

– Normalización en el Golfo –

En los últimos años Israel ha desarrollado una cooperación oficiosa con países como Baréin, Émiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita con los que quiere normalizar las relaciones. Pero en caso de anexión sin negociaciones, estos esfuerzos podrían quedar reducidos a la nada.

«La anexión pondrá fin sin duda a las aspiraciones israelíes de mejores relaciones con el mundo árabe y con Emiratos», advirtió el embajador emiratí en Estados Unidos en un artículo de opinión inédito publicado en un periódico israelí.

El jueves pasado, varias empresas israelíes y emiratíes firmaron una «cooperación» en la lucha contra la covid-19, el nuevo coronavirus que causa estragos en el mundo.

«Tal vez sea un gesto de los emiratíes para decir (a los israelíes) ‘miren lo que van a perder si siguen adelante con la anexión'», considera Yoel Guzansky, del Instituto Nacional de Investigación de Seguridad (INSS) de la universidad de Tel Aviv.

«Hay mucha presión de Estados Unidos sobre estos países (del Golfo) para que hagan gestos de apertura hacia Israel», pero estas monarquías también deben tener en cuenta el «apoyo» de su opinión pública a la causa palestina, recuerda.

La Unión Europea (UE) ha lanzado una ofensiva diplomática para intentar impedir que Israel prosiga con su proyecto de anexión.

Pero la UE, el principal socio económico del Estado hebreo, no parece en condiciones de amenazarlo con sanciones porque su imposición requiere la unanimidad de los Estados miembros.

Y dos de ellos (Austria y Hungría) ya se han negado a votar una resolución que pide a Israel que renuncie a su plan. Y en las últimas dos semanas, los dirigentes de Chipre y de Grecia viajaron a Israel para debatir la cooperación sobre el gas en el Mediterráneo.

Dividida, la UE podría sancionar programas de cooperación específicos con Israel que no exigen la unanimidad de los miembros.

Varios países miembros también podrían llevar a cabo una acción «coordinada», señaló la semana pasada el ministro de Relaciones Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian. O decidir por separado: cada Estado evaluaría los pros y los contras de una reducción en sus compromisos con Israel.

¿Benjamin Netanyahu renunciaría a la anexión si algunos países europeos amenazaran con reducir la cooperación?

Y los países europeos, que consumen gran parte de la tecnología israelí, ¿tienen interés en reducir su relación con el Estado hebreo? «Necesitamos a los israelíes, pero no a los palestinos», afirma un diplomático europeo que pidió el anonimato.
Fuente: AFP