En Irak, un país desgarrado por la guerra y con una gran circulación de armas, una disputa por un pato, un gallo o incluso una riña entre niños puede desencadenar un mortal enfrentamiento de clanes. Dos semanas atrás, un niño murió y cuatro personas resultaron heridas cuando dos tribus se enfrentaron a tiros con fusiles de asalto Kaláshnikov y cohetes en una disputa sobre un préstamo de mil dinares (68 centavos de dólar).
El incidente ocurrió en la provincia sureña de Missan luego de que un niño de nueve años de la tribu Al Faratsa se negó a devolver el dinero que le prestó un amigo de la tribu Al Bou Ali.
El padre del niño que prestó el dinero abofeteó al otro menor, y estalló el conflicto.
Las víctimas fueron todos transeúntes, dijo Sattar Jabbar, director de una oenegé que ayuda a los niños.
“Ninguno de ellos pertenecía a las tribus” involucradas, dijo a AFP.
Una semana después, también en Missan, miembros rivales de una tribu se enfrentaron con espadas porque un bando había insultado a una figura religiosa venerada por el otro.
Tres personas murieron, dos sufrieron heridas de gravedad y siete fueron detenidas.
En la ciudad de Kut, provincia de Wasit, un pato fue el motivo de una disputa entre dos mujeres de distintas tribus que dejó un joven muerto, dijo una autoridad local que pidió no ser identificada por motivos de seguridad.
“Discutieron sobre quién era la dueña del pato y sus tribus, Al Hasaniya y Al Zubeid, se dispararon balazos y lanzaron granadas”, agregó la fuente, que aclaró que el muerto pertenecía a una de las tribus pero no participó en los combates.
El legislador Abud al Isawi culpa de esta violencia, mezquina pero letal, al “colapso del Estado en 2003”, tras el derrocamiento del dictador Sadam Husein en una invasión estadounidense.
“La proliferación y tráfico de armas” también influyen, según Isawi, quien dirige el comité parlamentario sobre asuntos tribales.
Grandes cantidades de armas
Las armas se han convertido en algo normal en este país de 39 millones de habitantes, según expertos.
Líderes tribales de Irak reunidos para un funeral en el distrito de Radwaniyah, al oeste de Bagdad, el 29 de setiembre de 2020© AFP AHMAD AL-RUBAYE
En 2017 había al menos 7,6 millones de armas pequeñas en manos de 20 millones de adultos, según la organización Small Arms Survey, que rastrea armas y violencia armada en el mundo.
El grupo advierte que existen muchas más armas sin registrar en Irak.
Las tribus son actores poderosos en Irak, especialmente en el sur, donde tienen sus propios códigos morales y jurídicos, así como grandes cantidades de armas.
Videos en redes sociales suelen mostrar cohetes, ametralladoras pesadas y hasta vehículos blindados usados en enfrentamientos tribales.
Y cuando estalla un enfrentamiento, los más viejos de las tribus se reúnen para resolver la disputa y su veredicto tiene más peso que las leyes nacionales.
Antes de la caída de Sadam, la ley nacional estaba por encima de la ley tribal.
Incluso bajo la ley federal iraquí posterior a Sadam, los enfrentamientos armados son considerados actos de “terrorismo” que pueden acarrear la pena de muerte.
Los respetados dirigentes musulmanes chiitas de Irak, basados en áreas rurales del sur, han tomado partido con las autoridades.
El gran ayatolá Alí Sistani ha dicho que los enfrentamientos que a menudo sacuden el sur han “hundido al país en una espiral de inestabilidad y subdesarrollo”.
Pero incluso las palabras de una figura tan reverenciada como Sistani parecen caer en oídos sordos.
Dinero de sangre
En el poblado de Bani Hashem, en el este iraquí, un partido de fútbol entre las tribus Al Freijat y Al Risetem terminó con un marcador fatal: un muerto y cinco heridos, después de una disputa entre dos jugadores.
Una disputa por un gallo que se pasó a la propiedad de un vecino desató una disputa mortal en Irak© AFP/Archivos JOSH EDELSON
Un consejo tribal se reunió y ordenó el pago de 13.000 dólares en “dinero de sangre” para la familia del muerto, dijo a la AFP un policía que conoció el caso.
Pero algunos conflictos tribales pueden durar meses, o años, según Jeque Yaarab al Mohamedawi, un anciano tribal de la provincia sureña de Basora.
Citó una disputa sobre aguas residuales que ha dejado tres muertos y lleva cuatro meses sin que se vislumbre una solución.
“El Estado debe controlar el flujo de armas y la sociedad debe dejar de lado el lenguaje de las armas y adoptar la cultura del diálogo”, sostuvo el jeque.
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