Para convertirse en un maestro en el arte de recitar el Corán, el pakistaní Hasan Ali Kasi, de 21 años, tuvo que someterse a una disciplina estricta. Se pasó horas vocalizando, practicando yoga y con una dieta adaptada. Su tesón dio resultado: hace poco se proclamó campeón de una competición internacional celebrada en la red, en la que se enfrentó a hombres de otros 25 países.
Los “qaris”, recitadores del Corán, son venerados en Pakistán, donde dirigen las oraciones en las mezquitas o enseñan el texto sagrado a los estudiantes de las madrasas, las escuelas coránicas.
Se les solicita mucho durante el mes de ayuno del Ramadán, que acaba de comenzar.
“Era el trabajo de los profetas”, declaró Hasan Ali Kasi a la AFP en la capital, Islamabad. “Uno de los primeros elementos de la predicación fue la recitación. Es tan antiguo como el islam”.
El “qaris” debe pronunciar perfectamente el árabe, algo complicado para un pakistaní cuya lengua nacional es el urdu.
Una delicadeza de ritmo y entonación produce el sonido lento y melódico del “adhan”, la llamada a la oración, pronunciada cinco veces al día a través de altavoces.
En la competición la recitación puede durar hasta 15 minutos. Para controlar la respiración, Hasan Ali Kasi recurre al yoga. También ejercita constantemente su voz.
“Un qari debería poder recitar durante un mínimo de 50 segundos sin recuperar el aliento”, afirma Hasan Ali Kasi, quien sigue un curso de estudios islámicos en una universidad de Islamabad.
‘Un don de Dios’
El pakistaní Hasan Ali Kasi, de 21 años, mientras practica yoga, en Islamabad, el 26 de marzo de 2021© AFP/Archivos Aamir Qureshi
“La garganta es muy sensible. Un qari debe evitar el agua fría y los alimentos grasos porque producen demasiada mucosidad, que rasga la voz al hacer sonar las notas altas”, explica.
Él aprendió el arte de su padre y sus habilidades pronto le valieron un reconocimiento en Pakistán, ganando varios premios antes de proyectarse a nivel internacional.
Muchos “qaris” surgen tras haber pasado por las madrasas pakistaníes, donde los niños pequeños aprenden a memorizar el Corán, muchas veces sin comprender el árabe ni el mensaje que transmite el texto, y a expensas de otras materias de estudio. Es el motivo por el que algunos acusan a estos centros de adoctrinar a los alumnos.
Pero para millones de niños, que provienen de zonas pobres de este país ultraconservador, con frecuencia es el único acceso a la educación, y estas escuelas coránicas proporcionan alojamiento, ropa y comida gratis. Muy pocas madrasas están abiertas a las niñas.
Los niños que completan sus estudios pueden convertirse en maestros o dirigir oraciones en mezquitas de todo el mundo, una actividad por la que cobran poco.
El pakistaní Hasan Ali Kasi, de 21 años, recita el Corán, en Islamabad, el 26 de marzo de 2021© AFP/Archivos Aamir Qureshi
“Hay que trabajar muy duro”, comenta Abdul Qudus, representante de Wafaq-ul-Madaris al-Arabia, el grupo más grande de madrasas del país. “La voz es un don de Dios. Pero hay que pulirla”, precisa.
Según él, cientos de religiosos encargados de dirigir oraciones en países de Oriente Medio han pasado por madrasas, mientras que otros enseñan el Corán en internet a pakistaníes que viven en Europa o Estados Unidos.
Hasan Ali Kasi, que entrena durante horas antes de cada competición, atribuye su éxito a la calidad de los profesores. “Cuando sigues a un buen qari, puedes hacer que tu voz se escuche en todo el mundo”, dice.