Vicecanciller y ministro de Finanzas del gobierno de Angela Merkel, el socialdemócrata moderado y poco carismático Olaf Scholz sueña con dar la sorpresa y tomar las riendas de Alemania 16 años después de su mentor, Gerhard Schröder. Objeto de burlas por su talante austero y sus discursos en tono de autómata que le valieron el sobrenombre de “Scholzomat”, el exalcalde de Hamburgo se convirtió en agosto en el inesperado favorito en un escrutinio impredecible.
Si los votantes alemanes eligieran directamente a su canciller el 26 de setiembre, el número dos del gobierno de Merkel sería escogido por encima del demócrata cristiano Armin Laschet y de la ecologista Annalena Baerbock.
Pero es el Bundestag (parlamento federal) el que elige al jefe del gobierno alemán.
Un tiempo marginado
Scholz, quien insiste en que quiere “ser canciller”, deberá vencer como candidato del socialdemócrata SPD a la unión conservadora CDU-CSU y a los Verdes. Esa posibilitad parece ser cada vez más realista, según las encuestas.
Los socialdemócratas aparecieron el pasado martes por primera vez a la cabeza de una encuesta de RTL.
La recuperación del SPD, que parecía descartado a inicios del año, constituye una sorpresa en un país donde los votantes de izquierda quedaron desencantados por la flexibilización del mercado de trabajo adoptado hace una veintena de años por Schröder y por la política de austeridad presupuestaria defendida por Scholz.
Socialdemócrata de tendencia centrista, Sholz, de 63 años, sustituyó en 2018 como ministro de Finanzas al demócrata cristiano ortodoxo Wolfgang Schaüble.
Scholz, quien insiste en que quiere “ser canciller”, deberá vencer como candidato del socialdemócrata SPD a la unión conservadora CDU-CSU y a los Verdes© AFP/Archivos John Macdougall
El ministro rompió con el tono a menudo tajante y moralizador de su antecesor, especialmente ante países señalados por laxismo del sur de Europa, pero se cuidó de desbaratar su gestión financiera rigurosa.
A nivel local, el exalcalde casado con una militante del SPD, pudo parecer dispendioso al hacer de la niñez y de la vivienda social las prioridades de su mandato en Hamburgo.
Pero mientras hizo disparar el presupuesto de la ciudad que gobernó entre 2011 y 2018, como ministro se aferró a su credo: “no se da lo que no se tiene”.
Su postura centrista lo llevó a ser marginado por un tiempo del seno de su partido.
En 2019, Scholz se propuso para liderar el partido, pero los militantes escogieron a dos casi desconocidos pero claramente más a la izquierda.
Sin embargo, Scholz logró recuperar favor con la pandemia, cuando no titubeó en romper con la ortodoxia presupuestaria.
Tras una década de acumular excedentes, Alemania contrajo miles de millones de euros en nuevas deudas desde 2020, en detrimento de sus estrictas reglas constitucionales.
“Todo eso es caro, pero no hacer nada sería aun más caro”, insistió Scholz, opuesto a la reducción del impuesto sobre grandes fortunas prometida por los conservadores y favorable a un aumento del salario mínimo.
La canciller alemana Angela Merkel y el ministro de Finanzas Olaf Scholz en Berlín, el 16 de diciembre de 2019© AFP/Archivos John Macdougall
Pese a su derrota de 2019, el SPD, uno de los partidos más antiguos de Europa, escogió a Olaf Scholz como su candidato para setiembre, rechazando las acusaciones de laxismo en la sonada quiebra de la sociedad financiera Wirecard.
Nacido en Osnabruck el 14 de junio de 1958, Olaf Scholz se unió al SPD a los 17 años. Entonces tenía cabello largo y coqueteaba con las ideas más de izquierda del partido.
Confianza de Merkel
Ahora sin cabello, Olaf Scholz se hizo abogado especialista en el derecho al trabajo y en 1998 fue electo diputado.
Posteriormente, como secretario general del SPD (2002-2004), Scholz debió explicar todos los días ante las cámaras el detalle de las impopulares reformas liberales del entonces canciller Schröder.
Tras una serie de derrotas electorales, Scholz debió ceder en 2004 su puesto de secretario general del partido, antes de volver en 2007 como ministro de Trabajo.
Pero reconocer que no es particularmente “emotivo” en la política no lo perjudica a los ojos de Merkel, con la cual mantiene una relación de confianza.
Ella lo apoyó en 2017 cuando enfrentó llamados a renunciar tras las violentas manifestaciones durante la cumbre del G20 en Hamburgo.
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