Aung San Suu Kyi, privada de libertad y acosada por una multitud de procesos judiciales, ha perdido parte de su peso político en Birmania, donde la juventud quiere librar la resistencia contra la junta golpista lejos de este icono. “No luchamos por el partido de Suu Kyi, sino para que la próxima generación no viva bajo el yugo de los militares”, resume a la AFP un joven médico, en huelga desde el golpe de Estado de los generales.
El domingo se cumplirán seis meses desde la detención de la exdirigente de 76 años, que está en arresto domiciliario en la capital Naipyidó.
Hija del héroe de la independencia asesinado, símbolo de la resistencia pacífica a la opresión, “Mother Suu” sigue siendo una persona de prestigio en Birmania y su retrato estaba omnipresente en las manifestaciones de los últimos meses.
“Pero se la considera cada vez más como una figura histórica”, explica Manny Maung, de la oenegé Human Rights Watch.
Los tiempos en que, durante dictaduras precedentes los birmanos buscaban clandestinamente sus discursos atentos a la más mínima consigna de su parte, parecen haber quedado definitivamente atrás.
Rechazo de un icono
La generación Z, menores de 25 años, nacida con la revolución digital y conectada al mundo, está en primera línea de las protestas.
Rechaza todo liderazgo personalizado y apoya un enfoque más descentralizado del poder, a imagen del movimiento prodemocracia en Hong Kong o Tailandia.
Personal médico y estudiantes en una manifestación contra el golpe militar, el 5 de marzo de 2021 en Rangún, Birmania© AFP/Archivos .
“No quiere ser gobernada por un icono ni dominada por una sola fuerza política”, como fue el caso de la Liga Nacional para la Democracia (LND) de Aung San Suu Kyi a partir de 2015, explica Manny Maung.
Facciones étnicas rebeldes del norte y del este del país –que empuñaron las armas contra la junta, albergan y entrenan a muchos opositores huidos– representan una fuerza de resistencia esencial actualmente y también quieren ser escuchadas.
Y tampoco se reconocen en Aung San Suu Kyi. En el poder, esta última fue incapaz de poner fin a las tensiones interétnicas, a las luchas armadas que socavan su país desde la independencia de 1948 y al dominio de la etnia mayoritaria bamar, a la que pertenece.
Federalismo
“Si la junta acabara por caer, estos grupos ya no aceptarían este dominio”, dice Françoise Nicolas, directora de Asia en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales.
El deseo de una federación con una mejor representación del mosaico étnico birmano (más de 130 minorías) aparece ya en los discursos políticos.
Y símbolo de estos tiempos, Ei Thinzar Maung de la etnia shan entró en el “gobierno de unidad nacional” (NUG), formado por la oposición en la clandestinidad.
“Se le ha hecho un hueco en el paisaje político, es algo muy nuevo y un símbolo fuerte”, dice Nicolas.
En el seno del NUG, surgen las diferencias entre la vieja guardia fiel a Suu Kyi y una facción más progresista que no desea avanzar solo con ella.
Paria internacional
A nivel internacional, su peso se ha reducido considerablemente en los últimos años.
Otrora, la liberación de la premio Nobel de la Paz 1991, en arresto domiciliario durante cerca de 15 años, era considerada como “la solución” para salir de la crisis, recuerda Richard Horsey del centro de análisis del International Crisis Group (ICG).
Pero actualmente, “su importancia para Occidente ha disminuido considerablemente”.
Un grupo de profesores con carteles de la líder Aung San Suu Kyi, el 17 de febrero de 2021 durante una protesta contra el golpe militar en Naipyidó, Birmania© AFP/Archivos .
Muchos países le han reprochado haber respaldado los excesos de los militares y de los extremistas budistas contra la minoría musulmana rohinyá.
Suu Kyi refutó las críticas e incluso viajó a La Haya para defender a su gobierno acusado de “genocida” ante la Corte Internacional de Justicia.
En un giro de 180 grados, el NUG instó a principios de junio a los rohinyás a sumarse para tratar de deponer a la junta, prometiéndoles la ciudadanía. Una revolución.
Privada de acceso a la información, se desconoce si Aung San Suu Kyi sabe los cambios. No obstante, los militares golpistas la siguen considerando como una amenaza.
La junta anuló las legislativas de 2020, que ganó mayoritariamente la LND, y multiplica las acusaciones contra la exdirigente, acusada sobre todo de sedición y corrupción, para impedir su regreso a la política.