Para los transportistas que pasan por el puesto fronterizo de Chaman, en el sudoeste de Pakistán, los costos han aumentado desde que los talibanes tomaron el control del lado afgano de la frontera a mediados de julio. Los funcionarios afganos y los talibanes imponen ahora una doble tributación, que se suma a extorsiones realizadas por grupos criminales para permitir el paso.
Miles de vehículos cruzan diariamente la frontera entre Chaman y el distrito afgano de Spin Boldak, en dirección de Kandahar, la segunda ciudad más grande del sur afgano.
En el camino de regreso, suelen traer productos agrícolas a los mercados o puertos del Pakistán.
Los camioneros entrevistados esta semana por la AFP en Chaman relataron el caos y la confusión en el lado afgano de la frontera.
“Hemos cargado uvas en Kandahar y en la carretera nos han extorsionado al menos tres veces”, cuenta a la AFP, en Chaman, Hidayatulá Khan, un conductor afgano. “Primero nos cobraron 3.000 rupias (18 dólares), en otro lugar otras 2.000 y luego 1.000 rupias más”, precisa.
Todo ello sin contar con los impuestos oficiales recaudados por los funcionarios de aduanas afganos, que ahora trabajan desde Kandahar, y por los talibanes en Spin Boldak.
Fuente vital de ingresos
© AFP Asghar ACHAKZAI
Los intercambios comerciales se detuvieron momentáneamente en Chaman cuando los talibanes se apoderaron del distrito de Spin Boldak el 14 de julio, antes de reanudarse esta semana.
El comercio bilateral entre los dos países reoresenta varios cientos de millones de dólares.
Los talibanes se han apoderado de grandes extensiones de territorio después de lanzar una ofensiva importante a principios de mayo, que coincidió con la retirada, casi terminada, de las últimas fuerzas internacionales, presentes en Afganistán desde hace 20 años.
Además de Kabul, las fuerzas afganas controlan las principales carreteras y las capitales provinciales. Aunque los talibanes se han acercado recientemente a varias ciudades importantes, entre ellas Kandahar.
Los insurgentes también se apoderaron de varios cruces fronterizos clave, con Irán, Tayikistán, Turkmenistán y Pakistán, que son una fuente vital de ingresos -procedentes de los derechos de aduana- para este país sin litoral.
Imran Kakar, vicepresidente de la cámara de comercio afganapaquistaní, da el ejemplo de un camión que transportaba tejido desde Karachi, la gran ciudad portuaria del sur del Pakistán, hasta Kandahar.
Los talibanes cobraron 150.000 rupias (922 dólares) en concepto de derechos de aduana al conductor en Spin Boldak. Pero cuando llegó a Kandahar, los funcionarios de aduanas lo estaban esperando.
Kakar explica que “tuvo que pagar aranceles elevados porque no tienen en cuenta los pagos ya efectuados a los talibanes”.
Estas historias recuerdan la situación de Afganistán durante la sangrienta guerra civil, que siguió a la retirada de las tropas soviétics en 1989. Numerosas milicias controlaban una parte de las grandes rutas comerciales y extorsionaban a voluntad a los habitantes y camioneros.
El miércoles, cientos de camiones estaban alineados en Chaman, esperando que se les diera permiso para cruzar.
En esta polvorienta llanura, los conductores y los aprendices de mecánico que los acompañan prepararan su vehículo para el duro viaje.
Aunque Kandahar está a sólo 100 kilómetros de la frontera, el viaje está lleno de peligros. El mantenimiento de los vehículos y las carreteras en Afganistán es deficiente.
Los puestos de control de la policía y del ejército son frecuentes y a menudo se invita a los conductores a dejar “el dinero para el té” o incluso algo más.
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