Con las manos temblorosas por el miedo y el cansancio, Hadi, un iraquí de 19 años, se prepara para pasar una noche fría en un bosque polaco, tras haber cruzado la frontera oriental de la UE desde Bielorrusia. Este joven explicó el jueves a la AFP que era la tercera vez que cruzaba la frontera europea después de que agentes fronterizos polacos lo hubieran devuelto dos veces a territorio bielorruso en las últimas semanas.
Hadi es uno de los miles de migrantes, la mayoría de ellos procedentes de Oriente Medio, que intentaron cruzar esta frontera de 400 kilómetros desde principios de agosto.
El joven iraquí tiritaba de frío dentro de su saco de dormir, colocado en una zona densa de arbustos de un bosque del este de Polonia. En su cabeza lucía un llamativo gorro rosa con la palabra “LOVED” escrita en la frente.
“Nos obligaron a dar marcha atrás y nos dijeron: ‘No volváis aquí. ¡Regresad a Bielorrusia’”, decía sobre el trato recibido por los guardas polacos. “Estoy cansado y preocupado”, añadió.
Hadi, que pidió no usar públicamente su apellido, está acompañado por otros dos amigos iraquíes, Ali y Amir, con quienes compartió el viaje.
Ali llevaba una cinta pelo con varios colores y Amir una gorra de béisbol. Los tres forman parte de la comunidad LGBTQ iraquí, que sufre una fuerte presión en su país.
Aseguran que huyeron de Irak, porque en su país eran acosados por haberse manifestado a favor de los derechos de los homosexuales. “Meses después de las manifestaciones, empezaron a amenazarnos”, dijo Hadi, que dice haber “vivido un año entero en la clandestinidad” en su país.
Advertencia europea a Polonia
La comisaria europea de Asuntos de Interior, Ylva Johansson, viajó el jueves a Varsovia para tratar con su homólogo polaco sobre la llegada de migrantes a través de la frontera con Bielorrusia.
Loa migrantes iraquíes Amir, Hadi y Alí (de izq a dcha) se esconden en un bosque próximo a la ciudad polaca de Chelm, poco después de cruzar la frontera con Bielorrusia, el 30 de septiembre de 2021© AFP Dario Thuburn
“Destaqué la importancia de mostrar que la Unión Europea no actúa como Bielorrusia. Nos basamos en otros valores”, dijo Johansson en declaraciones a la prensa.
La UE sospecha que Bielorrusia facilita la llegada de migrantes a Polonia, como represalia a las sanciones europeas contra dirigentes bielorrusos. Pero Minsk niega estas acusaciones.
Polonia desplegó miles de soldados en la frontera, instaló alambres de espino y decretó un estado de emergencia de tres meses en la zona, lo que impide el acceso en los territorios fronterizos a periodistas y organizaciones humanitarias.
El jueves, su parlamento prorrogó por 60 días estas medidas excepcionales declaradas a principios de mes. Su ministro de Interior indicó que 11.500 personas han tratado de cruzar esa frontera desde comienzos de año.
Oenegés, como Amnistía Internacional, acusaron al gobierno de impedir a los migrantes que presenten sus solicitudes de asilo y de obligarlos a volver al territorio bielorruso a través de “devoluciones en caliente”.
Preguntado al respecto la semana pasada, el viceministro de Interior, Maciej Wasik, señaló que Polonia usa “todos los medios legales” para proteger su frontera.
Atrapados entre los guardias polacos y los bielorrusos, numerosos migrantes se ven empujados a deambular a través de los espesos bosques de la región. Al menos seis personas han muerto por frío, hambre o agotamiento hasta ahora.
El gobierno polaco quiere modificar las leyes nacionales para agilizar las devoluciones de migrantes e ignorar sus peticiones de asilo.
La comisaria Johansson dijo que esta propuesta le genera “muchos interrogantes” y pidió “transparencia en la protección de las fronteras exteriores de la UE”.
“No somos la policía”
Al fondo de este denso bosque, los jóvenes iraquíes evitaron a los guardas fronterizos y comunicaron su posición a oenegés.
Anna Dabrowska, de la organización humanitaria Homo Faber, sentada tras los migrantes iraquíes Amir, Hadi y Alí (de izq a dcha) en un bosque próximo a la ciudad polaca de Chelm, tras cruzar la frontera con Bielorrusia, el 30 de septiembre de 2021© AFP Dario Thuburn
Representantes del grupo de defensa de derechos humanos Homo Faber pudieron dar con ellos tras una larga ruta en coche por bacheados caminos forestales y un trozo andando con antorchas.
“¡Protección internacional!”, gritaban Anna Dabrowska y Piotr Skrzypczak, encargados de la alimentación y la vestimenta, mientras buscaban a los migrantes.
Cuando los encontraron, Dabrowska los tranquilizó: “No somos la policía, no os preocupéis”. “Estáis en Polonia”, añadió Skrzypczak.
Los activistas les ofrecieron asistencia jurídica y les propusieron presentar en su nombre una solicitud al Tribunal Europeo de Derechos Humanos para poder quedarse en Polonia.
Las autoridades fronterizas aseguran haber impedido a más de 8.200 migrantes entrar a Polonia desde principios de agosto. Otros 1.200 consiguieron cruzar la frontera, pero están actualmente retenidos.
Preguntada sobre el número de migrantes a los que han asistido, Dabrowska señala que “es difícil dar una cifra puesto que a menudo son las mismas personas que intentan cruzar una y otra vez”.
“Esta gente es devuelta a Bielorrusia y trata de entrar nuevamente a Polonia, con lo que los vemos una segunda vez, una tercera, una cuarta…”, dice.
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